La Ciudad de los Condenados, o La Ciudad de los Malditos (City of The Damned, a gusto del consumidor), se publicó desde Noviembre de 1984
hasta Febrero de 1985, abarcando los catorce episodios que aparecieron entre
los Progs. 393 a 406 y comprendiendo un total de 93 páginas.
Desde mi punto de vista, lo primero que
habría que decir sobre ella es que es una macrosaga fallida en muchos aspectos,
concretamente en todos los que se refieren a su proceso de elaboración. Y sin
embargo, a la hora de evaluar su resultado final, también me parece justo decir
que es una historia que contiene imaginación por un tubo, que tiene un final lo
suficientemente abierto como para quedarte con ganas de saber lo que sucederá
en un futuro, y sobre todo, que es además un ejemplo perfecto de lo que se conoce como
Mega-Epics al referirse a Judge Dredd. Es un clásico. Ya en su época, tuvo la
repercusión suficiente como para que Titan decidiera recopilarla en tomo apenas
un año después de que hubiera concluido su publicación en el 2000AD. Y haciéndolo además con portada de
Bill Sienkiewicz.
El
mayor problema que desde mi punto de vista tuvo Ciudad de los Condenados fue su dibujo. O parte de su
dibujo, mejor dicho. De acuerdo con lo que se les había comunicado por McManus,
Wagner y Grant la escribieron teniendo en mente a Steve Dillon y Ron Smith como
únicos encargados de dibujar toda la saga. Sin embargo, Dillon apenas consiguió
llevar a cabo la mitad de los episodios que tenía previstos (ep. 1, 5-7, 12-13),
cumpliendo más o menos Ron Smith con los que le habían asignado (ep. 2-3, 10,
14), y teniendo que acudirse para cumplir el resto de entregas a Ian Gibson
(ep. 8-9), que se adaptó como pudo a una historia que no tenía mucho que ver
con lo que le gustaba dibujar, y al prescindible Kim Raymond (ep. 4 y 11) del que
juraría que nunca más volvió a dibujar nada de Dredd después de aquello. Alan Grant tampoco es que guarde un buen recuerdo de su paso por la serie, por decirlo de alguna manera. Además, no fue sólo que Dillon no consiguiese entregar a tiempo, sino que
incluso varias páginas de uno de los capítulos que ya tenía dibujados se
perdieron, debiendo volver otra vez a dibujarlas para poder cumplir a tiempo,
lo que alteró todo el turno rotatorio e hizo entrar a Gibson en el proyecto.
En el apartado del guion la
historia quedó bien, pero yo diría que casi de chiripa. Me explico: inicialmente
estaba planteada como una macrosaga de seis meses y más de 20 episodios de
duración, y sin embargo, al final se quedó en poco más de la mitad.
Oficialmente, la cuestión fue que a medida que Wagner y Grant avanzaron en la
historia, empezaron a sentirse incómodos con el tema de los Viajes en el
Tiempo, así que más o menos hacia la mitad de la saga, decidieron acortarla a
los catorce episodios en que finalmente quedó. Mi impresión personal, viendo
historias con viajes en el tiempo que luego escribiría John Wagner en solitario
(Dead Reckoning, Fog on the Eerie, o incluso las recientes Dead Zone y Breaking
Bud, que igualmente tienen mucho que ver con el tema de los viajes en el tiempo), es que
fue Alan Grant quien más hizo de los dos porque Ciudad de los Condenados
acabase antes de lo que inicialmente estaba previsto.
Ahora bien, a pesar de todas
estas cosas que es obligado mencionar para que cada uno pueda hacerse su
composición de lugar, la saga me parece que al final estaba bien hilvanada y
tenía buenas bases argumentales. Sin contar con lo bien dibujados que estaban los episodios
de Steve Dillon y la buena ambientación que transmitían los episodios de Ron
Smith, es además innegable que la saga tenía otras dos bazas para engancharte:
por un lado, el regreso de la Juez Anderson a un papel protagonista, y por
otro, el nuevo paso adelante que se daba en la trama del Juez Niño, esta vez
con el desenlace de la saga, revelando la verdad que existía detrás de la
profecía del Juez Feyy y la correcta interpretación de la misma.
La historia aparecía situada
en el año 2107, es decir, unos tres años después de la expeditiva
ejecución de Owen Krysler llevada a cabo en Ángeles del Destino, y comenzaba con la Juez Jefe Hilda M. McGruder
informando a Dredd y Anderson de que los científicos de la Tek Division habían
logrado construir la primera máquina del tiempo, un prototipo experimental
denominado Proteus, en claro homenaje al Viaje Alucinante de Richard Fleisher,
todo un clásico, evidentemente. De hecho, si lo piensas un poco, el mismo nombre de Proteus resulta ser
un verdadero clásico para cualquier viaje fantástico que se precie de serlo.
Por poner otro ejemplo, en Operación Proteus, una de mis novelas favoritas de
Viajes en el Tiempo, James P. Hogan también utilizaba la misma denominación
para su máquina del tiempo.
Ante las posibilidades que abría la tecnología
descubierta, la trama se planteaba cuando McGruder ordenaba a Dredd y Anderson utilizar la Proteus para
viajar trece años hacia delante en el futuro y averiguar la verdad sobre las
profecías del Juez Feyy acerca de la destrucción de Mega-City Uno en el año
2120. Con Owen Krysler, el supuesto salvador de la megaciudad, fallecido,
McGruder buscaba soluciones alternativas y trataba de descubrir lo que iba a
suceder, decidiendo enviar a sus dos mejores Jueces al futuro a fin de
recopilar la información necesaria para poder prevenir la catástrofe, si es que
ésta efectivamente tenía lugar.
La llegada de los dos Jueces
de Mega-City tenía lugar a finales de Abril del año 2120. Trece años adelante
en el futuro, la megaciudad aparecía cubierta por una lúgubre capa de oscuridad
y parecía encontrarse desierta. El panorama que se extendía ante los ojos de
Dredd y Anderson era desolador. Por todas partes se divisaban escombros y las
ruinas mostraban un aura de decadencia cuyos restos psíquicos eran
identificados por Anderson como pertenecientes a una extraña criatura humanoide
de múltiples extremidades y con cierta semejanza a una araña humana.
Explorando las desiertas
calles y autopistas de Mega-City Uno con las lawmasters traídas a bordo de la
Proteus, Dredd y Anderson encontraban por fin signos de vida: un ciudadano harapiento que prefería suicidarse antes de que ambos Jueces le cogiesen para interrogarlo.
La respuesta a su comportamiento la encontraban al dirigirse a la Central de
Sector más próxima: los Jueces de Mega-City Uno aparecían ahora transformados en
vampiros que se alimentaban de la sangre de sus ciudadanos, a los que
almacenaban como ganado para servirles de alimento.
Infiltrándose en el edificio
y accediendo a los registros de lo sucedido, descubrían que todo había tenido
lugar cuatro meses atrás. Antes de que pudiesen seguir profundizando en lo
ocurrido, resultaban interceptados por la Juez Hershey y varios Jueces más, ahora en sus nuevas formas vampíricas. Tras un breve combate y un par de expeditivas
ejecuciones, Dredd y Anderson abandonaban el edificio, dirigiéndose a un lugar
seguro en el que poder seguir visionando los discos de información obtenidos en
la Central de Sector.
Lo que descubrían es que,
como si hubiera sido arrollada por un huracán psíquico, la megaciudad había sido
conquistada y transformada en un espacio inferior a una hora. El responsable
era un ser dotado de vastos poderes psiónicos que únicamente se había
identificado a sí mismo como “el Mutante”, sin haberse llegado nunca a saber ni
quién era ni de dónde venía.
Ante semejante panorama,
Anderson proponía regresar a su tiempo e informar a McGruder de lo que habían
descubierto. Dredd sin embargo decidía que fueran más allá: era imperativo
dirigirse al lugar del que emanaba la oscuridad y descubrir quién era el tal
Mutante y de dónde había venido. El problema que tenían era que el Mutante
también había detectado su presencia.
Tras resultar destruida una
de las lawmasters, Dredd perdía los ojos al empalárselos una de las criaturas
que el Mutante había arrojado contra ellos. Dredd estaba jodido, aunque en
realidad no era un problema tan grande como parecía, ya que en el siglo XXII la
implantación de ojos biónicos, con visión infrarroja incluida, se encuentra al
alcance del Departamento de Justicia. El tema, claro, es que antes había que
regresar a Mega-City Uno para conseguirlos.
Separado de Anderson, Dredd caía en poder del Mutante y averiguaba por fin de quién se trataba: un clon evolucionado de Owen Krysler, el Juez Niño, un experimento creado por Grunwalder a partir de las muestras de ADN tomadas a Krysler antes de ser ejecutado por los Jueces. Su aspecto monstruoso estaba acorde con su anormal y casi omnipotente poder psíquico. Conservando todos los recuerdos de Krysler, culpaba a Dredd y a los Jueces de Mega-City de su aspecto monstruoso y les condenaba a ellos y a su ciudad a ser muertos en vida. El propio Dredd había sido convertido en un zombie sin mente a las órdenes de Krysler, con lo que el verdadero Joe averiguaba por fin cuál había acabado siendo su destino a manos de Krysler trece años después.
Recreándose en su agonía, el
Mutante convertía a Dredd en objeto de una caza humana por parte de su propio
zombie a lo largo de la Ciudad Condenada. Para compensar la ceguera de Dredd, Krysler
propiciaba su reencuentro con Anderson a fin de que la telépata le sirviera de
ojos. Al mismo tiempo, la Juez psíquica resultaba herida en una pierna para que
Dredd tuviera que cargar con ella durante la implacable persecución del zombie,
una persecución que tenía lugar muy en la onda de otro clásico de la Ciencia
Ficción y de las historias de Viajes en el Tiempo que se acababa de estrenar
ese mismo año, el Terminator de James Cameron, con Reese, Sarah Connor y el T-1
como protagonistas de la persecución.
El caso es que si algo
caracteriza a Joe Dredd es que además de ser un cabrón, es un cabrón muy listo. Así
que dirigiéndose a la antigua Central de Sector 20, Anderson y él lograban
teletransportarse hasta la Proteus, iniciando de ese modo el regreso a su propia época. El
Mutante se daba cuenta demasiado tarde de la jugada de Dredd y lo único que
conseguía era que el zombie les alcanzase en la sala de teletransporte y
les siguiese hasta la Proteus y su propia época.
De vuelta a su propio tiempo, la Proteus
regresaba a casa en el 2107, apenas un minuto después de haberse marchado al futuro. De
ella emergían unos Dredd y Anderson completamente machacados y hechos polvo. Pero afortunadamente lo hacían solos. El zombie se había apagado por completo al perderse el alcance temporal con Owen Krysler.
Informando a McGruder de lo que ambos habían descubierto, Dredd exponía su
idea: partir inmediatamente hacia Xanadu y destruir a Krysler en ese mismo
momento, antes de que llegase a salir del tanque de clonación. Aunque McGruder
planteaba el peligro de alterar de aquella manera la línea temporal, Dredd
imponía su fría lógica: el peligro se encontraba precisamente en no hacerlo. Si
no hacían nada, la destrucción total en el 2120 era segura, no había
alternativa posible. Es decir, exactamente la misma solución que se había
planteado Skynet en el clásico de Cameron.
De este modo, apenas unos
días más tarde, los repuestos Dredd y Anderson aterrizaban en el planeta Xanadu
y ejecutaban al monstruoso y recién nacido clon del Juez Niño cuando éste
acababa de salir de su tanque de clonación. La sentencia también era de muerte
para Grunwalder y todos aquellos que habían intervenido en el proceso de
clonación.
Con la definitiva
desaparición de Krysler se cerraba el ciclo preconizado por Feyy. El Juez Omar
informaba a McGruder que los precognoscitivos (precogs) de la Psi División no
encontraban ya ningún rastro del desolador futuro que antes habían advertido,
con lo que el caso del Juez Niño podía considerarse definitivamente cerrado.
A modo de conclusión,
Anderson advertía sin embargo a Dredd de que aún quedaban paradojas temporales
sin explicación: si Owen Krysler efectivamente ya no existía y ese futuro nunca
había tenido/tendría lugar, ¿por qué Dredd aún tenía ojos biónicos y por qué su
zombie del año 2120 se encontraba ahora expuesto en el museo del Palacio de Justicia?
Las preguntas de Anderson en
aquella última página planteaban sus dudas. Pero al desarrollarse los tebeos de
Dredd en tiempo real, no habría más remedio que esperarse a Enero del año 1998 para
que transcurriesen los trece años contados en la historia y se publicase En el
Año 2120 (Prog. 1077), el único Prog en la historia del 2000AD que ha dedicado
la totalidad de sus veinticuatro páginas única y exclusivamente a Judge Dredd, homenaje que
se extendía también a Anderson, coprotagonista también del epílogo que
supondría la definitiva conclusión de la saga.
Y es que para el personaje
que más consecuencias tuvo Ciudad de los Condenados fue precisamente para la
Juez Anderson. Las respuestas que se fueron generando en los correos durante su
publicación, dejaron claro que su popularidad era un hecho. Era un buen momento
para incorporar protagonistas femeninos a la revista y la telépata de la Psi
Division se estaba ganando el derecho a tener su propia sección en solitario.
Así que, ya que se iba a dar ese paso, McManus lo tuvo claro. Si tenía el favor
del público, nada de historias cortas o episodios en solitario, sino una macrosaga
exactamente igual que podían tenerlas Dredd, Slaine o Johnny Alpha, y con
Wagner y Grant como sus creadores al mando de la historia. Y claro, ya puestos a atender
las peticiones del lector, sólo había otro personaje cuyo regreso podía recibir
tantas peticiones o más que el de la telépata. Efectivamente, el del Juez
Muerte; y de paso, acompañado del resto de los Jueces Oscuros. Así que ya
podéis imaginar de qué va a ir esto en la próxima ocasión.
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