domingo, 26 de enero de 2025

Más Allá de la Llamada del Deber. Morir de Risa

Echando un poco la vista atrás, resulta bastante curioso que una de las etapas más interesantes que ha tenido el Juez Dredd a lo largo de su trayectoria, con John Wagner encargándose de todas las historias que aparecían tanto en el 2000AD como en el Megazine, no haya obtenido hasta tiempos relativamente recientes el reconocimiento que posiblemente merecía haber tenido desde un principio. Seguramente, la perspectiva que siempre acaba proporcionando el paso del tiempo haya tenido algo que ver al respecto, pero la verdad es que no sabría decir muy bien la razón de que esto haya sucedido así. En todo caso, centrándonos en lo que nos ocupa y siguiendo con estas historias que aparecieron durante los años finales de la década de los noventa, dos secuelas muy esperadas fueron las que acapararon la actualidad del Juez Dredd durante la segunda mitad del año 1998.

La primera de ellas fue Beyond the Call of Duty (Más Allá de la Llamada del Deber), secuela y a la vez continuación temática directa de The Pit (El Pozo), una de las sagas más exitosas que había tenido el personaje en los últimos tiempos (Progs. 970-999). La secuela giraba esta vez en torno a uno de los principales protagonistas de aquella historia, la Juez Galen DeMarco, un personaje que había sido muy bien recibido entre los aficionados desde su aparición inicial en dicha saga, produciéndose a su alrededor un fenómeno bastante similar al que en su momento había tenido lugar con la Juez Anderson, si bien, tal y como se iba a poner de manifiesto en esta historia, los planes que Wagner tenía ahora en mente para el personaje eran muy diferentes a los que había llevado a cabo en su día con la telépata de la Psi Division.

Como secuela de The Pit, Beyond the Call of Duty heredaba de ella la misma temática policial que había presidido la saga original, aunque esta vez se trataba de una historia mucho menos coral que aquélla, ya que básicamente giraba en torno a los que ahora aparecían como los dos personajes principales de la historia, Dredd y DeMarco, aunque también se presentaba por primera vez a un tercer personaje que se iba a acabar integrando igualmente en la continuidad de la serie: el Juez Roffman. Por otra parte, si me permitís la exageración, también puede decirse que ésta es una historia que giraba alrededor de un beso (además, en la mejor tradición de Julia Quinn o de Corín Tellado, de un beso robado), circunstancia que en un principio podría resultar bastante ajena a todo aquello que suele funcionar con el Juez Dredd, pero que sin embargo iba a acabar siendo el motor de una interesante trama argumental que acompañaría a la serie durante todo el año siguiente.

Publicada originalmente en los Progs. 1101 a 1110, de principios de Julio a primeros de Septiembre de 1998, Beyond the Call of Duty fue también la historia del Juez Dredd que apareció con motivo de la tradicional campaña veraniega que involucraba ese año a toda la línea del 2000AD. Su apartado artístico se hallaba a cargo del mismo equipo creativo que había estado detrás de la saga original, es decir, el formado por John Wagner y Carlos Ezquerra, responsables como es sabido no sólo de la creación de Dredd sino también de la propia DeMarco. La historia presentaba además una extensión bastante considerable de 72 páginas, si bien aparecía dividida tan solo en diez episodios debido a que los episodios 1 y 10 eran de doble extensión, ocupando por tanto el doble de páginas de lo habitual.

El título también suscitaba alguna reflexión. En principio, la utilización de la frase
Más Allá de la Llamada del Deber tenía unas connotaciones claramente militares (algo que funcionaba bastante bien en el contexto de lo que era el Departamento de Justicia y el propio Cuerpo de Jueces), haciendo por lo general referencia a la valentía de aquellos soldados que habían muerto luchando por su país o mostrando un valor excepcional en el campo de batalla. Aquí, sin embargo, se venía a utilizar con una connotación un tanto especial sobre adónde quería llevar DeMarco su relación con Dredd, si bien, atendiendo al desenlace de la historia, no quedaba más remedio que preguntarse también hacia dónde quería llevar Dredd su relación con DeMarco.

Aparte de esa temática policial que presidía la saga, Beyond the Call of Duty giraba también en torno a una de las reglas de conducta más controvertidas que estaban obligados a cumplir todos los Jueces de Mega-City Uno: la prohibición de mantener relaciones sentimentales o de pareja con otros Jueces o con ciudadanos civiles, una prohibición que en el argot que utilizaban los Jueces recibía la curiosa denominación de Relaciones No Judiciales (Unjudicial Liaisons). Esta norma de conducta obligatoria había aparecido por primera vez en el Prog. 137 (Death of a Judge), y desde entonces había venido siendo un tema recurrente dentro de la serie al que se volvía a regresar cada cierto tiempo, casi siempre acabando mal para todos los implicados, tal y como por ejemplo había sucedido también en The Falucci Tape (Progs.461-463), otra de las historias que más habían destacado sobre este tema.

Este celibato obligatorio había regresado con fuerza al primer plano de la serie a raíz de que se descubriese en The Pit que la Juez DeMarco era uno de los Jueces que infringía deliberadamente esa norma, habiendo solicitado su traslado al Sector 301 a fin de poder seguir manteniendo relaciones con otro compañero, el Juez Warren, el cual había sido transferido al Pozo a causa de las graves infracciones en que había incurrido de manera reiterada. Sin embargo, a diferencia de Warren, que era auténtica escoria, DeMarco se había revelado a lo largo de la saga como una Juez de primer nivel que no había dudado en sacarlo todo a la luz para salvar la vida de otra compañera, lo que le había hecho ganarse el favor de Dredd y una nueva oportunidad dentro del Departamento de Justicia.

Como era de esperar, Beyond the Call of Duty hacía también los correspondientes guiños a la saga original. Así, por ejemplo, la historia volvía a situar a Dredd y a DeMarco trabajando de nuevo juntos en el mismo Sector, si bien en esta ocasión se trataba del Sector 303 y no del 301. Igualmente sus papeles eran los mismos, pero ahora aparecían intercambiados, siendo ella y no Dredd quien se hallaba al mando del Sector; de hecho, la historia comenzaba precisamente con DeMarco tomando posesión de su nuevo cargo, al tiempo que Dredd se dirigía también hacia allí tras haber sido solicitada su asignación al Sector 303 por la propia DeMarco, en principio con la idea de tener a alguien de su máxima confianza sobre el terreno que la informase de todo lo que funcionaba y lo que no funcionaba en aquella conflictiva zona de Mega-City que ahora era responsabilidad suya.

De manera paralela a lo que había tenido lugar en la saga original, también había escenas del comienzo de aquella historia que ahora encontraban su correspondencia en Más Allá de la Llamada del Deber. El inicio de ambas sagas era por ejemplo muy similar, en este caso con la llegada de Dredd al Sector 303 a través de Nuke Alley, el Paseo Nuclear, una enorme autopista que conducía a los cinco sectores del noroeste más alejados de la megaciudad –los Sectores del 301 al 305– atravesando las zonas que habían sido arrasadas en su día por la Guerra del Apocalipsis. Lo mismo sucedía con el discurso de presentación que DeMarco llevaba a cabo ante sus hombres, que no dejaba de ser un reflejo del que Dredd también había dirigido a los suyos al hacerse cargo de la Jefatura del Sector 301 al comienzo de The Pit.

Otro personaje que había aparecido en The Pit y que iba a tener también una pequeña (pero muy importante) intervención en Beyond the Call of Duty era el Juez Buell, quien tras lo sucedido en aquella saga había sido ascendido a la Jefatura del SJS adscrito a la Central del Sector 301. Al enterarse de que DeMarco era la nueva Juez al mando del Sector 303, Buell se ponía en contacto con ella, supuestamente para felicitarla y ofrecerle a uno de sus hombres, siendo aquí donde el Juez Roffman aparecía por primera vez en escena. Aunque DeMarco tenía la impresión de que Buell se estaba quitando de encima al tal Roffman por alguna razón que no le estaba contando, al final acababa aceptando su ofrecimiento para formarse su propia opinión y ver de lo que era capaz.

Desgraciadamente para DeMarco, ya desde su primera aparición en la historia, Roffman se iba a descubrir como un auténtico paranoico cuyo principal y único talento era desconfiar de todo y de todos (de hecho, Buell trataba de deshacerse de él porque le había descubierto instalándole micrófonos en su despacho). Al percatarse del regalo envenenado que le había hecho Buell, DeMarco decidía enviar a Roffman a patrullar las calles en lugar de darle un puesto en el SJS del Sector 303, lo que a la postre se iba a revelar como un grave error, puesto que Roffman nunca había trabajado en las calles de Mega-City y ni siquiera sabía manejar su Lawgiver.

Aparte de la excelente labor de caracterización que llevaba a cabo John Wagner en este episodio inicial de la saga en el que ya aparecían todos los personajes principales de la historia, Beyond the Call of Duty presentaba también una trama criminal que discurría en paralelo a lo que era el argumento central de la historia. Dicha trama estaba centrada en la investigación que se estaba llevando a cabo en el Sector 303 sobre una serie de asesinatos cometidos por un grupo clandestino de vigilantes que respondía al nombre de la Sociedad de Verdugos, y que no eran sino la trastienda oculta de un club de ciudadanos del propio Sector que respondía precisamente al nombre de Club 303.

Bajo la presidencia del ciudadano Leviathan Slaughter, un demente con un historial de sociópata de un kilómetro de largo que había servido años atrás como oficial en los cuerpos espaciales de Mega-City Uno, la Sociedad de Verdugos recordaba de alguna manera al Club de los Cazadores (Progs. 407-411), otro grupo de psicópatas que había aparecido unos años antes y que había visto clausuradas sus actividades de manera definitiva en Death Aid (Progs. 711-715 y 719-720). En este caso, a diferencia del Club de los Cazadores, la Sociedad de Verdugos se dedicaba a capturar a pequeños delincuentes a los que después soltaba en un pequeño anfiteatro con el fin de que se enfrentasen desarmados a diferentes miembros del club, los cuales iban armados con guadañas, motosierras, etc. Después de llevar a cabo esta peculiar forma de justicia ciudadana, los responsables de la limpieza se deshacían de los cadáveres en lugares poco transitados, dejando a su lado una tarjeta de visita donde aparecía su nombre para que se supiera que había sido obra suya.

El segundo acto de Más Allá de la Llamada del Deber comenzaba cuando Roffman ponía de manifiesto su incompetencia sobre el terreno, al verse envuelto en un tiroteo mientras se encontraba de patrulla con Dredd y con otro de los Jueces que prestaba servicio en el Sector; de hecho, era su ineptitud la que provocaba que estuviese a punto de matar a su compañero al disparársele su propia arma y dejarle herido de gravedad. Al ser llamado al despacho de DeMarco para aclarar lo sucedido, Roffman era incapaz de asumir su propia torpeza y culpaba a DeMarco de lo ocurrido por haberle puesto a patrullar las calles, una función para la que él, como miembro del SJS, entendía que no había sido convenientemente adiestrado.

Su postura de negar cualquier tipo de responsabilidad hacía que acabase destinado a labores de mantenimiento, lo que todavía frustraba más a Roffman. Caracterizado por John Wagner como un paranoico de manual, el ex Juez del SJS racionalizaba su situación en base a un imaginario complot montado entre Buell y DeMarco con el objeto de deshacerse de él y expulsarle del cuerpo, siendo esa la razón de que empezase a instalar cámaras y micrófonos en el despacho de DeMarco buscando alguna ilegalidad que le permitiera denunciar a la nueva Jefa de Sector y recuperar su puesto en el SJS. Dotado de un especial talento para hurgar en los trapos sucios de la gente, la enfermiza actitud de Roffman acababa dando sus frutos e iba a poner a DeMarco al borde del disparadero.

Como se descubría en esta parte de la historia, DeMarco no había cambiado nada su manera de pensar en lo relativo a que los Jueces mantuvieran relaciones de pareja y había estado manteniendo algo más que una amistad con un civil, el doctor Martin Henrix. A pesar de que ya había decidido poner fin a esa relación debido a la responsabilidad del puesto que ahora ocupaba, la despedida de ambos era registrada por las cámaras que Roffman había instalado en el despacho de DeMarco, acudiendo con esas imágenes a Dredd para denunciar a la nueva Jefa de Sector.

Sin embargo, en un primer giro de la historia, Dredd decidía tratar la cuestión de manera privada con DeMarco en lugar de informar de lo sucedido, iniciándose una discusión entre ambos esa misma noche en el despacho de DeMarco que ponía claramente de manifiesto sus diferentes puntos de vista sobre las Relaciones no Judiciales, siendo así como todo desembocaba en lo que era el momento clave de la historia, puesto que DeMarco acababa reconociendo a Dredd que no creía en el celibato impuesto a los Jueces; de hecho, iba incluso más allá y le confesaba que estaba enamorada de él, dándole un apasionado beso que pillaba totalmente desprevenido a Dredd.

El trabajo narrativo de Ezquerra en estas páginas resultaba especialmente destacable. El lenguaje corporal de ambos personajes (DeMarco se estrechaba contra Dredd mientras éste se quedaba paralizado y hacía visos de retroceder) resultaba inequívoco sobre la situación que de repente se acababa de crear entre ellos.

Abundando en la incomodidad de la situación, la expresión de sorpresa que el casco de Dredd dejaba entrever en la segunda viñeta, o la de tristeza en el rostro de DeMarco al ver que no había sido correspondida, reiteraban el desencuentro que acababa de tener lugar los dos; de hecho, si observáis que alguna viñeta se ve un poco más borrosa que otras, y que curiosamente esa viñeta aparece directamente enfocada sobre el rostro de Dredd, no es que vuestro cómic adolezca de ningún defecto de impresión. Lo que ocurre es que Ezquerra está mostrando la perspectiva del rostro de Dredd vista desde los ojos de DeMarco, que evidentemente está conteniendo las lágrimas. De ahí que esa imagen de Dredd aparezca un tanto borrosa.

Argumentalmente, Wagner dejaba sin embargo una puerta abierta a la interpretación de lo sucedido. A pesar de sentirse decepcionado con DeMarco, lo cierto es que Dredd acababa enviando a Roffman a una evaluación psiquiátrica por haber instalado cámaras en el despacho de su oficial al mando, al mismo tiempo que decidía no informar del incidente con DeMarco, con lo que de alguna manera se convertía en cómplice de lo sucedido, algo no dejaba de sorprender tanto al propio Dredd como a los lectores. Sin ir más lejos, la ciudadana Bella Bagley (Prog. 444, Judge Dredd Mega Special 1991, y finalmente también en el Prog. 1281, que sería el que acabase cerrando la trilogía de Love Story) había terminado en los psicocubos por su enfermizo enamoramiento de DreddEn este caso, ciertamente Dredd había rechazado a DeMarco, pero no lo había hecho de la manera contundente con que había actuado en otras ocasiones. Muy al contrario, su cabeza no dejaba de darle vueltas a lo sucedido y a la circunstancia de no haber querido informar de lo ocurrido, siendo ese el motivo de que decidiese presentar una solicitud inmediata para abandonar el Sector 303 y regresar a sus patrullas habituales por la ciudad.

Con ello, Wagner estaba poniendo de manifiesto que Dredd efectivamente parecía tener sentimientos hacia DeMarco, pero sin embargo esa parte de sí mismo se hallaba tan reprimida en su interior que ni siquiera llegaba a reconocer la razón por la que estaba reaccionando de esa manera tan poco habitual en él. Todos estos momentos posteriores al beso, en los que Dredd intentaba averiguar por qué no podía dejar de pensar en lo sucedido y en los que lo mejor que se le ocurría era apelar al sentimiento de culpa por no haberla denunciado, me parecen una buena muestra de lo bien que Wagner ha llegado a manejar al personaje, a diferencia de cualquier otro escritor o incluso del propio Alan Grant.

Tras esta ruptura de la relación de confianza que existía entre Dredd y DeMarco, Más Allá de la Llamada del Deber entraba en lo que iba a ser su recta final, confluyendo las relaciones entre los dos protagonistas de la historia con la trama policial que había estado discurriendo hasta entonces en un segundo plano. El desenlace comenzaba a iniciarse inmediatamente después del beso, cuando el asistente de la Juez DeMarco, el Juez Hubble, entraba en su despacho y la entregaba el expediente que le había solicitado sobre el ciudadano Slaughter tras haberle conocido en el acto de bienvenida que el Club 303 había llevado a cabo en su honor. Al ver el expediente de Slaughter, la experiencia de DeMarco lo relacionaba instintivamente con los asesinatos cometidos por la Sociedad de Verdugos, de manera que decidía coger su Lawmaster y acercarse al Club a hacer unas cuantas preguntas. Al mismo tiempo, un cada vez más frustrado y obsesionado Roffman empezaba a seguirla para ver si podía averiguar algo sobre la supuesta conspiración en la que creía que todos se hallaban envueltos en su contra.

A efectos gráficos es necesario destacar que, salvo unas pocas páginas en que la acción se había desarrollado de día, la práctica totalidad de Beyond the Call of Duty transcurría de noche, desarrollándose tanto la acción como las situaciones entre los personajes en diferentes ambientes nocturnos cuya iluminación resultaba siempre muy bien tratada por la paleta de colores que utilizaba Ezquerra (incluso los negros resultaban en ocasiones especialmente brillantes para aprovechar los contrastes), de manera que la ambientación que se creaba alrededor de la historia nunca resultaba especialmente oscura a pesar de transcurrir la acción casi siempre de noche, lo que daba mucho juego a este apartado visual de Beyond the Call of Duty, que desde luego acababa siendo otra de las sagas más destacables que Ezquerra había llevado a cabo para el Juez Dredd.

Con la acción centrada de nuevo en lo que era el apartado puramente policial de la historia, al llegar a las inmediaciones del club para interrogar a Slaughter, DeMarco observaba como un vehículo se marchaba de allí a toda prisa, lo que de inmediato levantaba sus sospechas. Recabando información a Control sobre el vehículo sospechoso, la Jefa de Sector descubría que la matrícula era falsa y que pertenecía a otro vehículo diferente.

Tras dar el alto a sus conductores y hacer que bajasen del vehículo para poder inspeccionar su interior, DeMarco encontraba los cadáveres de las últimas víctimas de la Sociedad de Verdugos, a las que ahora estaban trasladando para deshacerse de sus restos en algún lugar discreto. El problema era que junto a los cuerpos también viajaba el droide de guerra que utilizaba Slaughter como guardaespaldas, el cual le propinaba a DeMarco un golpe directo en la cabeza que le destrozaba el casco y la causaba una fuerte conmoción, lo que aprovechaban los dos conductores para arrastrarla al interior del vehículo y llevársela de allí antes de que apareciese alguien y se diese cuenta de lo que sucedía.

En lo que suponía un nuevo giro de los acontecimientos, de manera afortunada para DeMarco, su secuestro había sido presenciado por un testigo inesperado: el obsesionado Roffman, que aunque la estaba siguiendo con la idea de descubrir sus trapos sucios, enseguida se daba cuenta de la gravedad de lo ocurrido y del peligro que corría su Jefa de Sector, solicitando de inmediato ayuda a Control al encontrarse desarmado y no atreverse a intervenir. Cuando Dredd y el resto de Jueces llegaban al lugar del secuestro, Roffman les proporcionaba la descripción de los secuestradores y la del vehículo, emprendiendo Dredd la investigación por su cuenta al haberse hecho ya efectiva su dimisión inmediata del Sector 303 y encontrarse legalmente imposibilitado para dirigir las operaciones de búsqueda de DeMarco, circunstancia a la que tampoco ayudaban los rumores que ya empezaban a circular entre sus compañeros y el personal del Sector acerca de lo que había sucedido esa noche entre ellos y que había acabado con su solicitud de traslado inmediato.

Siguiendo el rastro a contrarreloj, las pistas acababan conduciendo a Dredd hasta el Club 303, donde DeMarco estaba a punto de ser ejecutada en el abarrotado recinto en el que la Sociedad de Verdugos llevaba a cabo sus matanzas. Con una conmoción cerebral que apenas le permitía mantenerse en pie, la semiinconsciente Jefa de Sector resistía como podía al oponente contra el que la habían arrojado a la arena, otro psicópata del club que respondía al nombre de Bubba Manostijeras, apodo que daba una idea bastante aproximada de los accesorios que le gustaba utilizar contra sus desarmados adversarios.

Cuando Dredd localizaba el oculto anfiteatro y descubría a DeMarco, medio muerta y a punto de ser ejecutada por su oponente de las tijeras, desenfundaba de inmediato su Lawgiver y les dedicaba a todos los asistentes una contundente demostración práctica sobre la más que apreciable diferencia entre un verdugo profesional y unos simples aficionados. Y además, tal y como John Wagner se encargaba de hacer notar a los lectores, llevando a cabo las ejecuciones pertinentes de manera completamente legal.

Una vez abatidos todos los miembros del Club, incluido el propio Slaughter, que había acabado siendo empalado por su compañero de las tijeras al caer sobre él de manera poco afortunada, Dredd podía centrarse por fin en DeMarco, quien permanecía inmóvil y no parecía mostrar signos de vida. En lo que era el desenlace final de la historia, Dredd la llamaba por su nombre de pila mientras trataba de hacerla reaccionar, siendo entonces cuando ésta lograba abrir los ojos y le respondía que aquélla era la primera vez que la llamaba por su nombre, volviendo a continuación a perder el conocimiento. Al comprobar que aún seguía con vida, Dredd la llevaba hasta los equipos médicos que comenzaban a llegar al lugar y en el que también empezaban a congregarse los Jueces que habían respondido al aviso dado por Dredd.

La historia concluía unos días más tarde en el Hospital de Santa Doris Day, donde DeMarco había acabado siendo ingresada de urgencias ante la gravedad de sus múltiples heridas. Al recobrar el conocimiento, Hubble, su asistente, la informaba de que le debía la vida a Roffman, que era quien había dado de inmediato el aviso de su secuestro y había proporcionado los datos que les habían permitido identificar a sus secuestradores. Hubble también le indicaba que Dredd había permanecido en el hospital hasta saber que se encontraba fuera de peligro, marchándose después a reanudar sus tareas habituales, algo que hacía sonreír a la convaleciente Jefa de Sector al comprobar que a pesar de lo sucedido, no sólo no le era indiferente a Dredd, sino que éste se preocupaba claramente por ella.

Dadas las esperanzas que DeMarco parecía seguir teniendo en aquella relación imposible, y el desacostumbrado comportamiento que Dredd había mostrado a la hora de manejar el asunto, lo cierto es que no estaba nada claro lo que al final podía acabar sucediendo entre ellos. El hecho de que Dredd no hubiera denunciado a DeMarco, y la circunstancia de que la hubiese llamado por su nombre de pila cuando creía que estaba a punto de morir (por cierto, ésta era la primera y única vez en la historia de la serie que Dredd había llamado a otro Juez por su nombre de pila, algo que resultaba totalmente insólito), parecía indicar que Dredd también tenía alguna clase de sentimientos hacia DeMarco, pero estaban tan profundamente enterrados que probablemente ni siquiera era capaz de reconocerlos como tales. Como la propia DeMarco le había indicado instantes antes del famoso beso, “no serías capaz de verlo ni aunque viniera hacia ti con un cuchillo”.

En principio sí que parecía que DeMarco estaba malinterpretando las señales que recibía de Dredd, señales que por otra parte Wagner se ocupaba de que tampoco quedasen demasiado claras. A pesar del rechazo que había recibido, DeMarco seguía alimentando una fantasía de amor en base al hecho de que Dredd se preocupase por ella y de que no hubiese informado de lo que había sucedido, algo que ciertamente resultaba tan excepcional como insólito en él. Al mismo tiempo, Wagner se había preocupado de caracterizar a Dredd como un personaje cuyo lado emocional era prácticamente nulo e inexistente, y que ahora sin embargo se encontraba claramente perturbado por haber sido parte, aunque fuese de manera involuntaria, en el quebrantamiento de las reglas en que había incurrido DeMarco, a la que por otra parte seguía teniendo por una excelente Juez, siendo precisamente eso lo que en realidad más admiraba de ella.

En cualquier caso, si bien la relación entre Dredd y DeMarco acababa de entrar en lo que podía considerarse una nueva fase de complejidad, el futuro se iba a encargar de dar un giro todavía mayor a lo que acababa de ocurrir entre ellos cuando la directora de la PSU, la Juez Edgar, la peor enemiga con diferencia que Dredd tenía dentro del Departamento de Justicia, se enterase de lo que había sucedido (o para ser más exactos, de lo que no había llegado a suceder). No obstante, antes de que eso tuviese lugar en la que iba a ser a su vez la secuela directa de esta saga, La Danza del Escorpión (Progs. 1125-1132), cuatro de las mayores amenazas en la historia de Mega-City Uno estaban a punto de regresar a la ciudad, y esta vez no venían solas, sino acompañadas de la némesis más perturbada y conocida del Hombre Murciélago más famoso del mundo del cómic, puesto que por fin estaba a punto de comenzar la publicación de Die Laughing (Morir de Risa), el cuarto y esperado crossover entre Batman y el Juez Dredd, o lo que es lo mismo, la anunciada secuela de Juicio sobre Gotham, el primer crossover entre ambos personajes que había aparecido en 1991.

A fin de ponernos en situación, hacia finales de 1998 la situación del mundo del cómic había cambiado sustancialmente en relación a la que existía a principios del año 1992, cuando esta secuela de Juicio sobre Gotham había sido anunciada por primera vez. Como muchos recordaréis, los años noventa habían supuesto un periodo muy turbulento para todas las editoriales, no sólo las norteamericanas sino también las británicas (de hecho, aquí hubo alguna que también se quedó en el camino), de manera que tanto DC como Fleetway seguían tratando de sortear la nueva situación en que se estaba moviendo el mercado después de una época de expectativas desbocadas que había acabado conduciendo a una nueva realidad bastante puñetera. Teniendo en cuenta este contexto, no resulta de extrañar que ambas editoriales siguiesen interesadas en dar salida a la secuela de un cómic que había obtenido muy buenas críticas en su momento y que había sido capaz de vender más de trescientas mil copias, sin contar con la rentabilidad que habían conseguido obtener a su vez las otras dos secuelas que se habían tenido que improvisar sobre la marcha para suplir la ausencia de aquélla que había sido inicialmente anunciada a bombo y platillo.

A la hora de buscar explicaciones a un retraso tan desproporcionado como el que tuvo lugar con esta historia, lo cierto es que todo lo que sucedió alrededor de este cómic siempre tuvo un nombre propio: Glenn Fabry. Alan Grant lo vino a expresar de una manera bastante gráfica al señalar que Fabry había sido capaz de convertir un trabajo de ocho meses en una tarea de cinco años, pues ese era el tiempo que Fabry llevaba invertido en el cómic hasta el momento en que Alan Grant hizo estas declaraciones, más o menos un par de años antes de que por fin se acabase publicando Morir de Risa.

Comenzando por el principio, tras el éxito que había supuesto Juicio sobre Gotham, Fleetway y DC habían llegado a principios de 1992 al acuerdo de sacar, previsiblemente al año siguiente, un segundo crossover entre Batman y el Juez Dredd que funcionase como secuela del que en ese momento acababan de publicar, anunciándose además que en él iban a participar también el Joker y los cuatro Jueces Oscuros, es decir, las contrapartidas más famosas y mediáticas de ambos personajes. Toda vez que Simon Bisley no quería volver a saber nada del asunto, Denny O´Neill, como editor designado por DC, y Steve McManus como editor por parte del grupo 2000AD, estuvieron de acuerdo en buscar a un artista que fuese bien conocido por los lectores y que trabajase habitualmente con el mismo o similar estilo de dibujo pintado directamente a color con el que Bisley había llevado a cabo el crossover original, siendo elegido finalmente para la tarea Glenn Fabry, el artista que junto a Bisley había roto moldes con Slaine dentro del 2000AD y que además era sobradamente conocido por los lectores de DC gracias a sus carismáticas y brillantes portadas para Hellblazer.

Lo que parece ser que nadie tuvo en cuenta es que Fabry era un artista extremadamente lento debido al detalle con el que le gustaba trabajar las páginas que dibujaba, circunstancia que motivó que ni siquiera el primer número de los dos de que iba a constar Morir de Risa estuviese terminado a finales del año siguiente, fecha en que originalmente estaba prevista su publicación, acudiéndose a Cam Kennedy para que dibujase a contrarreloj una nueva historia que Wagner y Grant también se habían sacado a toda prisa de la manga y que acabaría recibiendo el título de Vendetta en Gotham, el segundo crossover entre Batman y el Juez Dredd.

Con el anuncio en la última viñeta de Vendetta en Gotham de que Morir de Risa aparecería al año siguiente, lo que ocurrió a partir de este momento entra directamente en el terreno de las casualidades fatales, del amor, y de los despropósitos más bizarros de la historia del cómic. Aparte de los retrasos que estaba sufriendo en los plazos que originalmente se habían establecido, hacia mediados de 1994 Fabry sufrió una desafortunada caída en el tren que le produjo una seria lesión en el brazo con el que dibujaba, pasando casi un año de baja entre el reposo y la posterior rehabilitación que le vinieron a prescribir los médicos, lo que conllevó que en lugar de Morir de Risa tuviese que aparecer El Acertijo Definitivo (The Ultimate Riddle), es decir, lo que hoy conocemos como el tercer crossover entre Batman y el Juez Dredd, sin que nadie se atreviese ya a anunciar el momento en que podría llegar a publicarse Morir de Risa.

Para mayor aquelarre editorial, apenas restablecido de su lesión, a Glenn Fabry le dio por contraer matrimonio, con lo que entre unas cosas y otras, su necesidad de generar ingresos tuvo que ser atendida rápidamente a base de nuevas portadas para Predicador y otros trabajos más alimenticios, de manera que Morir de Risa se fue relegando a un segundo plano dentro de la agenda de Fabry, cuya rapidez no es que se encontrase precisamente dentro de sus veinte o treinta cualidades más destacadas como dibujante.

A pesar de los esfuerzos que se habían hecho para mantener a Glenn Fabry dentro del proyecto, tanto los editores de DC como los del 2000AD, en este caso Denny O´Neill y Dave Bishop, que era quien había sustituido a Steve McManus, decidieron que no se podía seguir esperando otros cuatro o cinco años más a que Fabry terminase el trabajo que le había sido encargado en 1992, por lo que se le pidió que entregase las páginas que llevase realizadas hasta ese momento y se empezó a buscar a otro artista de estilo similar que se encargase de completar la tarea que Fabry no había llegado a terminar, siendo así como el británico Jim Murray se incorporó al proyecto a mediados de 1996, justo después de haber terminado la historia de Slaine que había aparecido en el histórico Prog.1000 del 2000AD (Bowels of Hell).

Al estructurarse el guion de Morir de Risa en dos libros separados, Jim Murray sería quien se encargase de dibujar la totalidad de las 46 páginas que abarcaba el segundo de ellos y de completar, con la inestimable ayuda de Jason Brashill, las 10 páginas que Fabry no había llegado a terminar del primero. En concreto, en el reparto de páginas de ese primer número de Morir de Risa, Fabry aparecía como el dibujante principal de sus 46 páginas, aunque en realidad sólo hacía completas las páginas 1 a 35 y la 46, puesto que de las páginas 36 a 45 únicamente había sido capaz de entregar la planificación de cada página con los bocetos de sus respectivas viñetas hechos a bolígrafo azul, siendo Murray y Brashill quienes luego se repartirían todo el trabajo a color y a tinta de esas diez últimas páginas del primer número que a Fabry se le acabaron quedando finalmente colgadas.

El segundo libro de Morir de Risa fue mucho más llevadero. Comparativamente hablando, si bien a Glenn Fabry le supusieron más de cinco años de trabajo las 36 páginas del libro primero que había conseguido terminar en su totalidad, Jim Murray tardó cerca de un año en llevar a cabo las 46 páginas del segundo, señalando el propio Murray que cada página de ese segundo número del crossover le había llevado unos cinco días de trabajo.

Otra curiosidad en torno al trabajo de Murray en este segundo libro de Morir de Risa fue que DC le censuró alguna que otra viñeta en la que aparecía la Juez Anderson. En concreto, en la penúltima página de la historia, puede observarse como uno de los bocadillos con los diálogos de Anderson tapa la zona del trasero de la telépata justo en la escena en que ésta se encuentra sentada en la cama cubriéndose con la sábana mientras habla con Batman. Pues bien, en la página originalmente dibujada por Murray, ese bocadillo no existía, apareciendo en su lugar el perfil del trasero de Anderson tal cual, pero toda vez que DC no estaba por la labor de que se viese absolutamente nada, se acabó añadiendo ese bocadillo de texto a la viñeta, situación que por cierto contrasta con otra viñeta muy similar de Anderson que Fabry había dibujado en el primer número y de la que curiosamente ni DC ni nadie llegó nunca a decir nada. Y ya que hablamos de Anderson, otra curiosidad sobre esta historia es que la telépata fue precisamente el único personaje para el que Jim Murray utilizó una referencia real, en este caso la misma modelo con la que trabajaba habitualmente el artista Steve Sampson en sus historias con la telépata.

Con estos antecedentes, Morir de Risa (Die Laughing) acabó abarcando un total de 92 páginas, siendo publicada en dos libros de 46 páginas cada uno que aparecieron en los meses de Octubre y Noviembre de 1998 respectivamente (es necesario tener en cuenta que en la edición americana las fechas que se indicaban en portada llevaban un adelanto aproximado de dos meses), apareciendo la edición americana en formato comic-book y la británica en el habitual formato magazine que se utilizaba en el Reino Unido, siendo las portadas de ambas ediciones idénticas en ambos casos, la del primer número a cargo de Glenn Fabry y la del segundo a cargo de Jim Murray. La versión británica sería recopilada en un tomo único de 96 páginas al mes siguiente de haber terminado de publicarse el crossover, presentando a su vez una nueva portada, también doble, y de nuevo a cargo de Jim Murray.

Al igual que había sucedido con todos los crossovers que habían tenido lugar anteriormente entre Batman y el Juez Dredd, la historia aparecía perfectamente ubicada dentro de lo que era la cronología oficial de Mega-City Uno y suponía el regreso de los Jueces Oscuros a la ciudad por primera vez desde la Necrópolis que había tenido lugar en el año 2112 (Progs. 674-699), aunque esta vez con la particularidad de que venían acompañados por un quinto miembro que resultaba ser el Joker.

Con la ventaja de tener como escritores a John Wagner y a Alan Grant, es decir, los guionistas que se encargaban habitualmente de Batman y de Dredd en aquella época, la historia aparecía ambientada a finales del año 2120 y se desarrollaba en su mayor parte en Mega-City Uno, aun cuando todo se iniciaba en Gotham, cuando Batman se topaba con el Joker y el cinturón de salto interdimensional que unos años antes había llevado al Juez Muerte hasta Gotham City y del que nada se había vuelto a saber desde entonces. El Joker utilizaba ahora el cinturón para escapar de Batman, pero algo parecía no funcionar bien, ya que el cinturón desaparecía y aparentemente dejaba atrás al Joker, que quedaba en un estado extraño, completamente inmóvil y sin apenas pulso. Creyendo que el cinturón estaba averiado y había incapacitado al JokerBatman decidía dejarle en Arkham mientras investigaba el extraño fenómeno que había tenido lugar.

El segundo acto de la historia tenía lugar unos días más tarde, ya en Mega-City Uno, donde un grupo de criminales armados, que evidentemente no se hallaban en su sano juicio, asaltaba el convoy en el que se estaba efectuando el traslado de los apresados espíritus de los Jueces Oscuros a un nuevo bloque de máxima seguridad. El ataque tenía lugar aprovechando el caos que estaban produciendo las celebraciones llevadas a cabo por quienes se iban a convertir en los involuntarios protagonistas de la historia: los Hedonistas del Séptimo Día, un grupo religioso de Mega-City Uno cuyos miembros se disponían a abandonar la ciudad encerrándose en una Megaesfera privada en la que pensaban aislarse del resto de sus conciudadanos y dedicarse a experimentar los distintos placeres de la vida durante el resto de sus días.

Lo relevante del asalto al convoy era que su responsable resultaba ser el Joker, que era quien se hacía con los cristales de contención en los que se encontraban apresados los Jueces Oscuros. Su objetivo era llegar a un acuerdo con ellos y liberarles de su encierro a cambio de que éstos le proporcionasen la misma inmortalidad de la que ellos gozaban. Mientras esto sucedía, la desaparición de los cuatro Jueces Oscuros desembocaba en una orden de busca y captura del responsable, al que se identificaba como el Joker, por toda la ciudad, siendo el Juez Jefe Adjunto Herriman quien situaba a Dredd y a Anderson al frente de la búsqueda. A efectos de continuidad, la propia historia se encargaba de hacer notar que Herriman estaba actuando como Juez Jefe en funciones al encontrarse el Juez Jefe Volt en viaje oficial a Luna City.

Volviendo de nuevo a Gotham City, la acción se trasladaba a continuación a la Cueva de Batman, donde apenas unos pocos días más tarde, la Juez Anderson se materializaba de repente delante de Bruce Wayne y Alfred Pennyworth. La Juez Psíquica había sido herida de un disparo, perdiendo el conocimiento antes de poder llegar a explicarles lo que estaba sucediendo. Tras recobrar el sentido, la telépata informaba a Wayne de que el Joker no estaba en Gotham City, sino que en realidad se encontraba en Mega-City Uno y había liberado a los Jueces Oscuros después de haber llegado a algún tipo de acuerdo con ellos. Al considerar a Anderson como su mayor amenaza, Mortis había poseído al Juez Jefe en funciones Herriman y había emitido una orden para arrestarla, utilizando el pretexto de que la telépata estaba siendo poseída por los Jueces Oscuros.

Al percibir psíquicamente lo que estaba ocurriendo, Anderson se había resistido al arresto ordenado por Herriman (en realidad el Juez Mortis, aunque ella era la única persona de todo el Departamento que era consciente de ello) y se había dado a la fuga, dirigiéndose a los Laboratorios de la Tek Division para saltar a Gotham City con otro cinturón interdimensional en busca de Batman, la némesis original del Joker, pero desafortunadamente había resultado alcanzada por varios disparos efectuados por los Jueces en el momento del salto. En esta situación, con Anderson herida e incapacitada para regresar a Mega-City Uno, Batman decidía utilizar el cinturón interdimensional que la telépata se había traído consigo para ser él quien viajase a la megaciudad del futuro en busca del Joker.

Mientras tanto, en Mega-City Uno, Muerte, Fuego y Miedo lograban hacerse también con nuevos cuerpos físicos y se ofrecían a cumplir su parte del trato con el Joker, siendo así como éste acababa convirtiéndose en el quinto Juez Oscuro que aparecía en esta historia, transformándose en un cadáver viviente cuya risa hacía estallar cabezas. Al mismo tiempo, en otra parte de la ciudad, el recién llegado Batman se desembarazaba del Juez que le había interceptado a su llegada a Mega-City y se hacía con su Lawmaster, solicitando a través de ella información sobre la posición de Dredd, cuyo arresto también acababa de ser ordenado por el supuesto Juez Jefe en funciones Herriman.

Tras localizar a Dredd, Batman le explicaba lo sucedido con Anderson y le informaba que Herriman había sido poseído por uno de los Jueces Oscuros. Aunque el resto de Jueces le tomaba por loco, Dredd acababa creyendo a Batman cuando éste le recordaba el motivo por el que el propio Dredd había acudido a Gotham en Vendetta en Gotham (la predicción de un Psíquico de que Batman sería necesario para salvar a Mega-City de un gran peligro que la acechaba en el futuro).

Aclarada la situación (aunque con alguna que otra discrepancia por parte de los demás Jueces que Dredd se ocupaba de solucionar con su habitual don de gentes), los dos protagonistas del crossover partían a toda velocidad hacia la Megaesfera en que estaban a punto de encerrarse los Hedonistas del Séptimo Día, puesto que era allí donde Anderson le había indicado a Batman que los Jueces Oscuros habían planeado desencadenar su nueva Necrópolis, aprovechando el momento en que esos diez mil hedonistas cerrasen las puertas de la Megaesfera y se quedasen aislados del mundo exterior, algo que estaba a punto de suceder en tres minutos, siendo así como concluía la primera parte de Morir de Risa.

El trabajo de Glenn Fabry en este primer número de los dos que formaban el crossover era desde luego espectacular, muy en la línea del que había llevado a cabo anteriormente en Slaine para el 2000AD, toda vez que Fabry había sido el otro gran artista (junto a Simon Bisley) que había trabajado con el personaje en las páginas de la popular revista británica; de hecho, es bastante posible que esta conexión con el arte de Bisley tuviese mucho que ver con que le acabasen encargando al propio Fabry esta secuela de Juicio sobre Gotham.

En cualquier caso, el estilo detallado, meticuloso e hiperrealista que Fabry había conseguido trasladar de sus portadas a las páginas de Morir de Risa, suponía una continuación tan interesante como meritoria del trabajo que anteriormente había llevado a cabo Bisley en el primer crossover. Ahora bien, siendo esto cierto, también es verdad que en ningún caso aquel espléndido resultado justificaba el exagerado retraso que Fabry había llegado a acumular con esta historia, ya que aparte de todas las vicisitudes personales en que se había visto inmerso durante aquellos años, también había tenido que seguir haciendo portadas de manera más o menos habitual para DC, fundamentalmente para Hellblazer y Predicador (de hecho, las de Hellblazer le supusieron uno de los premios Eisner de 1995), lo que le fue retrasando cada vez más en la elaboración de este crossover.

En estas circunstancias, todo el mundo acabó entendiendo que el reemplazo de Fabry estaba más que justificado, puesto que en caso contrario el cómic probablemente nunca hubiera llegado a ver la luz. Jim Murray y Jason Brashill fueron los artistas que se encargaron de terminar y pintar a color las diez últimas páginas del libro primero que Fabry sólo había llegado a abocetar (en concreto, a partir de la transformación del Joker y la llegada de Batman a Mega-City Uno), si bien el propio Fabry iba a regresar para hacer la última página de la primera parte de las dos en que se dividía la historia y despedirse así del crossover antes de que Jim Murray pasase a hacerse cargo definitivamente del mismo y todo el proceso de producción de Morir de Risa entrase en su fase final.

Si el primer número del crossover tenía por objeto el planteamiento de toda la base argumental sobre la que descansaba la historia, el segundo era el que se ocupaba de presentar el enfrentamiento entre los dos protagonistas del crossover y sus cinco contrapartidas oscuras. La acción comenzaba con Batman y Dredd introduciéndose en la Megaesfera en el preciso instante en que se cerraban sus puertas y quedaba aislada del resto de la ciudad. Como es lógico, no eran los únicos que habían conseguido entrar. También lo habían hecho el Joker y los tres Jueces Oscuros que se encontraban con él: Muerte, Fuego y Miedo. Y al igual que ellos, Mortis también había logrado acceder al interior de la Megaesfera bajo el aspecto del Juez Jefe en funciones Herriman, revelando su identidad a los aterrorizados ciudadanos que presenciaban su transformación en el momento en que se encargaba de cerrar las puertas de la Megaesfera y de destrozar los controles que facilitaban el acceso y la salida de la misma.

A partir de este momento, la acción se apropiaba de la historia y metía la directa hasta su final. Con más de diez mil ciudadanos atrapados en un recinto herméticamente cerrado del que no había posibilidad de salir sin recibir ayuda del exterior, los cuatro Jueces Oscuros y su nueva incorporación procedente de Gotham comenzaban a asesinar gente tan pronto como se cerraban las puertas de la Megaesfera. Algunos de los hedonistas que huían de la masacre se topaban con Batman y el Juez Dredd y les indicaban dónde se encontraban los Jueces Oscuros, siendo así como los dos protagonistas del crossover se cruzaban en primer lugar con el dúo formado por el Juez Miedo y el Juez Fuego, enfrentándose Batman con el primero de ellos y Dredd con el segundo.

En una secuencia de siete páginas espectacularmente dibujadas por Jim Murray, quien por cierto resultaba ser la gran revelación del crossover, Dredd y Batman conseguían destruir los cuerpos físicos de sus dos oponentes y atrapar sus espíritus con las trampas de vacío que los Jueces de Mega-City ya habían utilizado en otras ocasiones contra ellos, separándose a continuación con el fin de poder localizar a los otros tres adversarios que aún se hallaban en libertad dentro de la Megaesfera. Siguiendo el rastro de cadáveres que iba dejando a su paso, Batman localizaba al Juez Mortis en el Pabellón del Amor, una de las zonas de entretenimiento que se habían construido en la Megaesfera, mientras que Dredd hacía lo propio con el Juez Muerte en el Parque de Atracciones que también se había construido en su interior. Tras otra nueva batalla en dos frentes espectacularmente dibujada por Murray, Batman conseguía derrotar a Mortis atrapándolo en plástico derretido, mientras que Dredd lograba a su vez destruir el cuerpo que habitaba el Juez Muerte y hacía que su forma espiritual fuese succionada por una de las atracciones del lugar que hacía las veces de torbellino, quedando atrapada en su interior.

Con los cuatro Jueces Oscuros fuera del tablero de juego, el único miembro del quinteto que aún continuaba en libertad era el Joker. No hallando el mismo placer que encontraban sus aliados en la carnicería que estaban llevando a cabo en la Megaesfera, el Joker comenzaba a pensar en regresar a Gotham para poder aprovechar allí su inmortalidad recién adquirida, siendo entonces cuando era localizado por Batman y el Juez Dredd.

En este último enfrentamiento que presentaba el crossover, el Joker prefería ir a lo seguro y decidía volver a activar su cinturón de salto interdimensional con el fin de regresar a Gotham y escapar de sus perseguidores, pero para su sorpresa, lo que hacía era volver al cuerpo que había dejado abandonado allí, siendo entonces cuando descubría que se hallaba confinado a una silla en el Asilo Arkham y que tanto su aspecto cadavérico como su inmortalidad habían desaparecido al regresar de nuevo a su dimensión original, encontrándose por tanto exactamente igual que en el momento en que había huido a Mega-City al comienzo de la historia, aunque esta vez atrapado en una silla de la que no podía escapar.

Finiquitada la amenaza a la que ambos se habían enfrentado, Batman y el Juez Dredd se despedían en términos muy diferentes a cómo lo habían hecho a la conclusión del primer crossover, regresando después el Caballero Oscuro a Gotham gracias al cinturón de salto interdimensional que le había dejado Anderson. La historia concluía con Batman reapareciendo en la Mansión Wayne al lado de la reestablecida Juez Psíquica y con ésta disponiéndose a su vez a regresar a Mega-City Uno, terminando así los crossovers que habían tenido lugar entre el Juez Dredd y Batman a lo largo de toda la década.

A efectos de continuidad, cabe destacar que si bien el Juez Muerte iba a volver a reaparecer de nuevo en un futuro más o menos cercano, esta vez con impactantes consecuencias para la Juez Anderson en My Name is Death (Progs. 1284-1289), los otros tres Jueces Oscuros, Miedo, Fuego y Mortis, no lo harían hasta casi quince años después de la aparición de Morir de Risa, volviendo a escena durante el transcurso de El Día del Caos (Progs. 1743-1789), lo que da idea del tiempo que John Wagner iba a dejar esta vez en suspenso a los Jueces Oscuros como villanos recurrentes y carismáticos de la serie.

A la hora de hacer una valoración de este crossover final entre Batman y el Juez Dredd, a diferencia de Vendetta en Gotham y El Acertijo Definitivo, que claramente se había visto que eran crossovers destinados a suplir la ausencia de éste, Morir de Risa sí que tenía en cambio una idiosincrasia propia, pudiendo ubicarse sin mayores problemas dentro de la continuidad de Mega-City Uno; de hecho, era precisamente en esta historia donde tenía lugar la muerte del Juez Jefe Adjunto Herriman, personaje recurrente cuya primera aparición había tenido lugar en los Progs. 916-918 como uno de los candidatos a sustituir a McGruder en las elecciones que había ganado Hadrian Volt. Desde entonces Herriman había venido ocupando el puesto de segundo al mando en el organigrama del Departamento de Justicia, un puesto en el que a partir de esta historia iba a ser sustituido por la Juez Hershey, circunstancia que indirectamente también iba a tener una gran trascendencia en el inminente futuro que se avecinaba para la megaciudad.

Otra circunstancia que me parece que es necesario destacar es que el crossover estaba muy bien construido dentro de lo que era la continuidad interna de las cuatro historias que habían formado la saga, con varias referencias a lo sucedido anteriormente en cada una de ellas. Así, el cinturón de salto interdimensional que aparecía en Gotham y provocaba la llegada del Joker a Mega-City procedía de Juicio sobre Gotham. Del mismo modo, Dredd se convencía de que Batman le estaba diciendo la verdad sobre Anderson y Herriman cuando éste le hacía referencia a la predicción del psíquico que había llevado a Dredd hasta Gotham en Vendetta en Gotham, mientras que el acercamiento que finalmente había tenido lugar entre ambos personajes y que ayudaba a que trabajasen juntos y acabasen con la amenaza conjunta de los Jueces Oscuros y el Joker, se derivaba de lo ocurrido durante el transcurso de El Acertijo Definitivo.

En cuanto a las ediciones españolas de este último y definitivo crossover entre Batman y el Juez Dredd, Die Laughing fue publicado por primera vez en nuestro país por Norma Editorial en el año 2000, llevando el título de Morir de Risa y apareciendo en dos números especiales a tamaño comic-book que reproducían la versión norteamericana que había sido publicada un año y medio antes en Estados Unidos por parte de DC Comics. Posteriormente, en el año 2013, el crossover volvería a publicarse por segunda vez en España, aunque esta vez por parte de ECC Ediciones, haciéndolo en esta ocasión con el nuevo título de Muertos de Risa y apareciendo incluido dentro del segundo tomo de los dos que fueron publicados por ECC conteniendo los cuatro crossovers existentes de Batman y el Juez Dredd, los cuales reproducían a su vez la edición norteamericana de The Batman/Judge Dredd Collection que DC Comics también había publicado el año anterior en Estados Unidos aunque en un solo tomo.

Desde el punto de vista puramente personal, sin perjuicio de que Juicio sobre Gotham haya sido el más popular y posiblemente el mejor de los cuatro crossovers que DC y Fleetway llevaron a cabo entre Batman y el Juez Dredd, Morir de Risa es el que a mí siempre me ha parecido más entretenido de los cuatro. Aparte de la entidad que en esta ocasión aportaban todos los villanos que intervenían en la historia, creo que Wagner y Grant hicieron un guion muy sólido y coherente con todos los personajes implicados, contando además con la indudable ventaja que les proporcionaba el hecho de estar trabajando habitualmente con todos ellos y conocerlos a la perfección.

Del mismo modo, en lo referente a su apartado artístico, aunque es cierto que Morir de Risa no llegaba al exuberante nivel gráfico mostrado por Simon Bisley en Juicio sobre Gotham, la aparición de Jim Murray en la segunda parte de la historia fue la gran sorpresa del crossover, demostrando que no sólo era un excelente ilustrador de portadas, sino que además poseía un sentido muy coherente de la narrativa que vino a hacer de éste su mejor trabajo hasta la fecha. Si a este excelente trabajo de Murray se le unía lo inusual que resultaba el hecho de ver a un artista como Glenn Fabry dibujando una historia de más de cuarenta páginas (o al menos intentándolo, por decirlo de alguna manera que suene más o menos benévola), la valoración de Morir de Risa creo que resultaba extremadamente positiva, suponiendo en todo caso una perfecta despedida para los crossovers que tuvieron lugar entre Batman y el Juez Dredd.

En cualquier caso, con la conclusión del año 1998, las páginas del 2000AD y del Judge Dredd Megazine iban a comenzar a centrarse en una nueva amenaza de nivel apocalíptico que se estaba empezando a introducir de manera muy sigilosa en la serie. Bajo la pantalla legal de una organización benéfica, el magnate cyborg Nero Narcos (Progs. 955-959), la cabeza visible que regía los destinos de los Frendz, o lo que es lo mismo, del Sindicato del Crimen más poderoso y mejor organizado de Mega-City Uno, iba a empezar a poner en marcha sus planes para hacer caer al Departamento de Justicia y reemplazarlo por su propia dictadura al frente de la ciudad, desatando para ello la segunda Guerra Robot que se iba a ver obligada a afrontar Mega-City Uno.

En la próxima entrada iremos viendo con mayor detenimiento todos esos pasos que Nero Narcos estaba preparando en secreto de cara a lo que se conocería al año siguiente como El Escenario del Juicio Final (The Doomsday Scenario), indiscutiblemente la macrosaga de mayor extensión que se ha llegado a publicar en toda la historia del Juez Dredd y en la que iban a confluir todos los argumentos que habían estado presidiendo la serie durante los últimos años.

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