viernes, 14 de agosto de 2015

El Grito del Hombre Lobo y otras historias

A pesar del éxito de la Guerra del Apocalipsis, a lo largo del periodo comprendido entre principios de 1983 y finales de 1987, las grandes macrosagas se tomarían un periodo de descanso en Judge Dredd, comenzando así una tendencia de historias consistentes en episodios unitariossagas de corta duración que favorecían tanto el trabajo de Wagner y Grant como el que las mismas estuviesen a cargo de un único dibujante capaz de proporcionar una unidad visual al conjunto de cada historia que se contaba. Ciudad de los Condenados, publicada entre finales de 1984 y principios de 1985, sería el único intento de macrosaga durante todo este tiempo que superase los tres meses de duración, dando lugar todo ello a una época en la que se aprovecharía para asentar el entorno argumental del personaje y en la que la megaciudad empezaría a sostenerse con unas reglas de juego cada vez más definidas para todos, tanto escritores y dibujantes como aficionados.
 
Lo cierto es que aunque el veterano Ron Smith seguía al pie del cañón con sus casi 60 años a cuestas, la marcha de Bolland y la de McMahon, así como el paulatino regreso de Ezquerra al Perro de Stroncio, acabaron dejando bastante huérfano a Judge Dredd en el aspecto artístico durante los inicios de este periodo. Sin embargo, aquellos huecos que se produjeron sirvieron al mismo tiempo para dejar el camino libre a toda una nueva generación de jóvenes dibujantes que Steve McManus comenzó a mover por la serie a lo largo de 1983.

Salvo Cam Kennedy, que iba más en la onda de McMahon, todos los demás se dedicaron a buscar con ganas el estilo clasicista y realista de Brian Bolland; al menos hasta que se fueron dando cuenta de la cantidad de horas y de trabajo que conllevaba imitar a Bolland. De todos ellos, el que con el paso de los años más ha acabado destacando en el mercado americano ha sido Steve Dillon, en aquel entonces un fiel y veinteañero seguidor de Bolland, con un estilo ligeramente diferente al que diez años después, con un mayor bagaje a cuestas, utilizaría en la (para mí) mejor época de Hellblazer y luego más tarde en Predicador, con Garth Ennis en ambos casos.
 
Por su parte, la manera de trabajar de Wagner y Grant en aquella época resultaba bastante peculiar a causa del colegueo que existía entre ellos, que a su vez era inherente al hecho de que encima trabajaban en lo mismo y en el mismo sitio. En general había de todo al hacer una historia. Lo normal era que colaborasen los dos y se trillasen los periódicos y las revistas en busca de ideas, discutiendo entre ellos las que se les ocurrían y elaborando luego el guión final. Pero también es verdad que no faltaban las ocasiones en que uno de ellos se iba “a beber cerveza” y le dejaba una nota de dos líneas al otro, que era el que acababa escribiendo toda la historia aunque luego la firmasen los dos. El único acuerdo que había entre ellos era que el que acabase pasando el guión a máquina, era el que se llevaba el cheque. Según Alan Grant, lo normal era que Wagner se encargase de pasar los guiones de Dredd, Grant los del Perro de Stroncio, repartiéndose entre ambos los de Robo-Hunter.
 
Centrándonos en lo que fueron las historias, los inicios del año 1983 comenzaron con toda una serie de sagas de carácter episódico entre las que se podría mencionar la llegada a Mega-City del cazador de recompensas alienígena Trapper Hag (Progs. 305-307) por suponer la primera saga de Steve Dillon con el personaje (aunque ya había debutado el año anterior llevando a cabo un par de episodios de la Blockmanía) o Starborn Thing (Progs. 309-314) y Condo (Progs. 319-321) por ser dos de las últimas que Carlos Ezquerra llevaría a cabo durante este periodo antes de volverse a centrar nuevamente en las labores artísticas del Perro de Stroncio.
 
Es en esta época en la que debe situarse la moda de las pelis de hombres lobo que desde la serie B que se estilaba en los años 70, había evolucionado a principios de los 80 hacia una serie de pelis estupendamente rodadas y muy divertidas con los licántropos de protagonistas. En este sentido, Aullidos de Joe Dante, Un Hombre Lobo Americano en Londres de John Landis, o En Compañía de Lobos, del británico Neil Jordan, una muy lograda versión del clásico de Caperucita Roja que tengo que reconocer que resulta ser una de mis favoritas del género.

Con aquellos referentes cinematográficos flotando en el ambiente, fue precisamente como los hombres lobo llegaron a Mega-City Uno durante el verano de 1983 a través de El Grito del Hombre Lobo (Progs. 322-328), siete episodios con Sub-City como escenario que abarcaban un total de 47 páginas y que presentaban la primera historia de cierta relevancia íntegramente dibujada por el entonces recién llegado Steve Dillon.
Los misiles nucleares de los Jueces Soviets habían dejado dañadas las cimentaciones de la megaciudad. En algunos bloques existían grietas que se extendían al subsuelo de los edificios; y en el subsuelo de Mega-City Uno se encontraba Sub-City, las ruinas de las antiguas ciudades de la costa este sobre las que se había edificado la megaciudad. Era a través de una de esas grietas situadas en el bloque Norman Pitlik, como varios hombres lobo aparecían repentinamente en las calles de Mega-City en plena noche de luna llena, atacando de manera indiscriminada a Jueces y ciudadanos. Como mandan los cánones, aquellos que no acababan muertos se transformaban en hombres lobo.
Los residuos radioactivos procedentes de la Guerra del Apocalipsis eran identificados por la Tek Division como la causa de las transformaciones. Tras descubrir que uno de los licántropos abatidos era el antiguo Juez Bram, quien había emprendido años atrás la Larga Marcha a Sub-City, McGruder deducía la procedencia de las criaturas, asignando a Dredd la misión de llevar a cabo la total eliminación de la fuente radioactiva que producía las transformaciones y de todos aquellos licántropos que encontrase.
 
El resto de la historia centrada en la caza y eliminación de hombres lobo, servía para dar a los aficionados una buena gira por Sub-City y echar un vistazo a sus habitantes, desplazándose Dredd por las antiguas ruinas de Brooklyn, Times Square o Central Park, que era donde por fin localizaba a la manada de licántropos y la fuente radiactiva. El propio Dredd resultaba mordido por el líder de la manada, siendo trasladado a la superficie para recibir un antídoto por otro Juez que años atrás también había emprendido la larga marcha a Sub-City y que le encontraba convertido en hombre lobo, el Juez Prager, quien veinte años más tarde volvería a regresar a la serie en Out of Undercity (Progs. 1313-1316) para descubrirse que era otro licántropo.
Otra saga de aquel año 1983 que me parece que tiene méritos suficientes como para ser destacada es el Turno Nocturno (en el original The Graveyard Shift, difícil traducción porque a pesar de ser una frase hecha, el literal de “el Turno del Cementerio” explica mejor porqué los hospitales, policías, etc, llaman así a los turnos en que les toca trabajar por las noches). Mientras la mayoría de historias de Dredd trataban sobre el problema concreto que tocaba resolver, el hilo conductor de The Graveyard Shift (Progs. 335-341) seguía a Dredd durante una noche de servicio en Mega-City, mientras aplicaba la ley a los diferentes asuntos que se le presentaban o interactuaba con otros Jueces que también se dedicaban a las tareas propias de una noche de servicio en la megaciudad (McGruder, Hershey o Anderson tenían por ejemplo su aparición en la historia). Ron Smith era el encargado de llevar a cabo las 45 páginas de las que constaba la historia, aparecida entre finales de Septiembre y Octubre de aquel año.
 
En un tono bastante más distendido y con mucha crítica social a cuestas, otra historia que merece la pena destacar fue la Ley de Bob (Prog. 355), una historia corta de seis páginas dibujada por Ian Gibson que establecía la nueva división en sectores de la megaciudad tras la destrucción generada por la Guerra del Apocalipsis, y que ponía de manifiesto el modo en que la Juez Jefe McGruder (o sea, la transposición al papel de Margaret Thatcher), iba a obtener los recursos necesarios para ponerla en práctica, es decir, como no podía ser de otra forma, subiendo los impuestos.
La Ley de Bob no puede decirse que sea una de las historias cortas de Dredd que más se suela destacar entre el fandom, pero no tengo más remedio que reconocer que es una de las que a mí más me gustan de esta época, con motivo del enunciado que se hace de las tres leyes de Bob (uno de los filósofos más importantes del siglo XXII) sobre las que giraba la historia (Primera: Basta con que alguien haga algo estúpido, para que los demás también lo hagan. Segunda: Cuando todo lo demás falla, sobórnalos. Y Tercera: Lo que el Departamento de Justicia puede dar, también lo puede quitar). Obviamente, el título sólo hacía referencia a una de las tres leyes de Bob, pero desde mi punto de vista merecía mucho la pena llegar hasta la conclusión final de la historia para averiguar de cuál de ellas se trataba.
 
Durante los meses de Marzo y Abril de 1984 aparecería otra de mis sagas favoritas de este periodo: The Haunting of Sector House 9 (Progs. 359-363), cinco episodios a cargo de uno de los jóvenes seguidores de Bolland, el recientemente fallecido Brett Ewins, un tío que conseguía muy buenas ambientaciones terroríficas, como posteriormente volvería a demostrar con la Juez Anderson. Y es que, como bastantes de vosotros recordaréis, no sólo de Hombres Lobo vivió el cine de terror de los ochenta. Las pelis de casas encantadas plagadas de extraños fenómenos poltergeist habían cosechado también muy buenas taquillas y obtenido una buena acogida de público a principios de la década. Títulos como El Resplandor de Kubrick, Al final de la escalera de Peter Medak o la propia Poltergeist de Spielberg/Hooper habían generado un nuevo revival y una nueva forma de ver este subgénero, actualizado ahora a la nueva ambientación visual propiciada por el inquietante clásico de Kubrick (con aquellos ríos de sangre saliendo de los ascensores del hotel encantado) y sobre todo por el alarde de efectos especiales que destilaba la peli de Spielberg.
The Haunting of Sector House 9 se detenía por primera vez en mostrar cómo eran y cómo estaban estructuradas las Centrales de Sector, subcentrales del Departamento de Justicia que controlaban todos los nuevos sectores en los que ahora se había dividido la megaciudad (casi 400 sectores). Cada Central de Sector albergaba en su interior más de un millar de Jueces con sus correspondientes lawmasters, armería, material pesado para revueltas, cubos, salas de interrogatorio, unidades técnicas y sus propios servicios forenses.
 
La historia comenzaba con Dredd acudiendo al Sector 9 a investigar el extraño suicidio del Jefe de Sector Erikson, quien había sido hallado muerto de un disparo en el interior de sus propias dependencias, las cuales aparecían ahora cubiertas de moho, con una temperatura de 20º por debajo de lo normal y llena de sangre no perteneciente a EriksonAnte la más que posible actividad de fenómenos paranormales, Dredd solicitaba la presencia de la Psi Division, siéndole asignado en esta ocasión el Juez Geller, quien pronto se veía incapaz de controlar la situación ante el cariz que tomaban los acontecimientos: sangre brotando de las paredes, pérdida total de las comunicaciones con la sala en que Geller intentaba contactar con la entidad responsable de lo que estaba sucediendo, manos cercenadas que intentaban asesinar al paralizado juez psíquico, paredes que se derrumbaban, objetos que volaban en las salas de interrogatorios y cadáveres poseídos por la entidad que se había adueñado del edificio.
La gravedad de la situación hacía que el Departamento de Justicia decidiese la intervención directa de uno de sus mejores telépatas, el Juez Omar, el nuevo Jefe de la Psi División, a quien Ewins diseñó combinando el clásico uniforme de los Jueces con el marcado misticismo hindú que destilaban sus rasgos y su turbante.
Tras ordenar evacuar el edificio, el examen psíquico de Omar no detectaba la presencia de ninguna entidad muerta, comenzando a intuirse la presencia de un ser vivo detrás de todo aquello. Así, mientras un nuevo ataque de la entidad hacía estallar la sala de control del edificio, las investigaciones llevadas a cabo por Dredd conducían a un delincuente psíquico de elevada peligrosidad al que se consideraba recientemente fallecido, Leroy Tamerlain, dirigiéndose a continuación los Jueces hacia su última residencia conocida, la mansión Bleeke.
Incapaces de comprender cómo había obtenido Tamerlain un poder psíquico de tal magnitud, los Jueces encontraban la respuesta en la mansión Bleeke. Herido de muerte, Tamerlain se había enchufado a un amplificador psíquico para vengarse de los Jueces que le habían conducido al estado cercano a la muerte en que se encontraba. Con su mente aún activa y su cuerpo prácticamente consumido por el uso de aquella tecnología suicida, su cadáver se acababa deshaciendo en polvo al desenchufarlo de la máquina.
 
A continuación, Wagner y Grant retomaban el tema de los cadetes salidos de la Academia y su graduación en Fabricando un Juez (The Making of a Judge, Progs. 370-373), un “Así se hizo...” en torno a la figura de la cadete Dekker, quien a partir de entonces aparecería como la Juez Dekker en posteriores entregas.
Siguiendo la tradición de la Academia de la Ley, con esta historia de 25 páginas el tema de la graduación de los Jueces de Mega-City empezaba además a convertirse en uno de esos temas recurrentes para la serie, presentando secundarios que luego acababan teniendo su importancia para el desarrollo argumental de las futuras tramas, aun cuando en el caso concreto de Dekker, ésta acabase siendo una de las prematuras y sentidas bajas del cuerpo durante la Guerra Zombi contra Sabbat el Necromagus, narrada por Garth Ennis con motivo de la gran macrosaga veraniega del año 1992, El Día del Juicio.
 
En el verano de 1984 las macrosagas brillaban por su ausencia, pero el que se redujera la extensión argumental de las sagas que se publicaban, no impedía la necesidad de narrar acontecimientos especiales en aquellos periodos vacacionales en los que había más tiempo libre para leer.
De esta manera, los meses de Agosto y Septiembre vieron aparecer otra de aquellas sagas de mediana extensión que no llegaban a superar los dos meses de duración, pero que tampoco se reducían a ser meras historias de carácter episódico sino que buscaban esa continuidad que había caracterizado la serie casi desde sus inicios. De la mano esta vez del veterano Ron Smith, Dredd Angel (Progs. 377-383) era una saga de 40 páginas distribuidas a lo largo de siete episodios que respondía a esos parámetros, en este caso con Angel Malamáquina y el Juez Dredd formando un inusual equipo en la Tierra Maldita al haber conseguido inducir la Tek Division una ilusión en la mente de Malamáquina de ser Dredd su difunto padre, Pá Angel, a efectos de que colaborase voluntariamente con el Departamento de Justicia.
Con el atractivo de saber en qué momento se iba a desvanecer la ilusión, y lo que tardaría Malamáquina en saltar al cuello de Dredd, el objetivo de los Jueces a la hora de formar tan discordante pareja, era localizar y rescatar un cargamento de clones procedentes de la estirpe de Fargo que había sido asaltado por una banda de mutantes de la Tierra Maldita durante su traslado a Texas City, para lo que resultaba imprescindible la “reputación” entre los “lugareños” y el conocimiento del terreno que tenía el pequeño de los Angel.
A modo de curiosidad, comentar que entre aquellos pequeños bebés clónicos que el Juez Dredd y Angel Malamáquina tenían que recuperar, se encontraba uno que 16 años después iba a regresar a la serie como el segundo Rico Dredd, es decir, la alternativa prevista por los Jueces de Mega-City Uno para el día en que Joe Dredd no pueda continuar al frente del Departamento de Justicia.
 
En todo caso, el tema de los clones tendría una nueva vuelta de tuerca con la revelación de que el propio Dredd era un clon en A Case for Treatment (Prog. 389), un episodio dibujado por Ron Smith en el que con motivo de una evaluación psicológica, salía a la luz la hasta entonces nunca aludida cuestión de que Dredd era un clon del Juez Fargo, el considerado padre del sistema judicial, si bien todavía habría que esperar unos años más para obtener nuevas revelaciones respecto a ese origen clónico de Joe Dredd.
La historia venía a suponer a su vez la conclusión de una trilogía dibujada también por Ron Smith en la que el personaje mostraba por primera vez tener ciertas dudas sobre el funcionamiento del Sistema Judicial, trilogía que según Alan Grant no era sino un reflejo de los sentimientos que el propio John Wagner y él tenían sobre los métodos que utilizaba Dredd. En este sentido, los tres episodios que la formaban, Question of Judgement (Prog. 387), Error of Judgement (Prog. 388) y A Case for Treatment (Prog. 389) iban a acabar suponiendo una mirada al futuro sobre temas que aún estaban por venir. La historia no llegaría a tener una resolución real en aquel momento, pero Wagner regresaría a aquellas dudas unos años más tarde, a finales de los ochenta, con un resultado que muy pocos hubieran podido llegar a imaginar en aquel entonces.
 
El Universo de los Jueces seguiría aumentando en congruencia y complejidad con la aparición en los Progs. 390-392 de otro nuevo cuerpo judicial que nunca había aparecido hasta entonces en la serie: los Jueces encubiertos, es decir, la Undercover Division, habitualmente conocida entre los ciudadanos y el resto de Jueces de Mega-City Uno como el Escuadrón de Wally.

A cargo de nuevo del fallecido Brett Ewins, la historia contaba como dos Jueces de la Undercover Division se infiltraban en una organización dedicada al tráfico de órganos humanos, resultando asesinado uno de ellos, lo que hacía que su compañero intentase tomarse la justicia por su mano, incumpliendo con ello las órdenes que había recibido por parte del Departamento de Justicia de mantenerse apartado del asunto y dejarlo todo en manos de Dredd.
 
Sin embargo, lo trascendente vendría inmediatamente a continuación. Si había algo que los  aficionados reclamaban desde los correos, era el regreso de las grandes macrosagas y nuevas apariciones de la Juez Anderson, así que respondiendo a ambas peticiones populares, Wagner y Grant se lo montaron para que las dos situaciones coincidieran en Ciudad de los Condenados (o de los Malditos, ya puestos con el difícil tema de las traducciones), que además, a modo de propina, iba a suponer la tercera parte de la Tetralogía basada en las predicciones del Juez Feyy, o lo que es lo mismo, el siguiente paso en la historia de Owen Krysler, el Juez Niño, y que será lo que trataremos de comentar en la próxima entrada.

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