sábado, 9 de enero de 2021

El Pozo

A finales de 1995, tras el regusto amargo que la película del Juez Dredd había dejado entre la crítica cinematográfica y entre la mayoría de seguidores del personaje, hacía falta algo para levantar los ánimos del fandom y con ello las propias expectativas del 2000AD, y ese algo iba a ser El Pozo (The Pit), una de las macrosagas más famosas y a la vez más extensas que ha llegado a tener el Juez Dredd a lo largo de toda su historia editorial, apareciendo de manera ininterrumpida desde mediados de Diciembre de 1995 a principios de Julio de 1996, o lo que es lo mismo durante toda la primera mitad del año 1996, haciéndolo en los Progs. 970 a 999 y completando un total de 30 episodios y más de 190 páginas.

Echando un poco la vista atrás, lo primero que habría que decir es que El Pozo supuso un cambio bastante definido en el estilo que John Wagner había dado hasta entonces a las historias del Juez Dredd, siendo la primera vez en que la dinámica de grupo se configuraba como una parte importante del propio argumento de la historia. En este sentido, fue también la primera vez que la serie vino a ampliar su enfoque, yendo más allá de las aventuras protagonizadas por Dredd para convertirse en una historia coral que avanzaba a medida que lo hacían las subtramas de los diferentes personajes que intervenían en ella. Como es lógico, lo que hizo John Wagner para llevar a cabo este tipo de historia fue situar a varios personajes de apoyo alrededor de Dredd, personajes que en algunos casos no se comportaban como simples secundarios, sino que en realidad formaban parte de la trama y estaban tan bien construidos que su historia particular acababa resultando interesante para los lectores. Carlos Ezquerra, artista principal de la saga, sería también el diseñador gráfico de todos esos personajes, remarcando años más tarde lo fuertes que eran y lo mucho que se había esforzado en darles a cada uno de ellos unos rasgos concretos que les dotasen de una personalidad bien definida, toda vez que era consciente de que iban a acabar siendo compartidos con otros artistas a lo largo de la saga.

En cuanto a su origen, El Pozo fue una idea impulsada inicialmente por el editor Steve MacManus, quien se dirigió a John Wagner sugiriéndole que había espacio suficiente en la serie como para llevar a cabo un tipo diferente de historias, en este caso algo del estilo de las teleseries que se hacían en la época. El propio John Wagner recuerda ser un poco escéptico al principio ante aquella sugerencia de MacManus, pero tan pronto como se puso a trabajar en la idea, empezó a ver sus posibilidades y comenzó a desarrollar la historia con la que se acabó encontrando entre manos, hasta el punto de que lo que originalmente iba a ser una saga de doce episodios se acabaría extendiendo a los treinta que finalmente aparecieron publicados. De este modo, El Pozo se vino a presentar a los lectores como una historia de género puramente policial, cuya idea general dejaba entrever una cierta inspiración en la famosa serie de televisión norteamericana Hill Street Blues (emitida en España con el título de Canción Triste de Hill Street); de hecho, el propio John Wagner ya se había venido a referir a esta serie como uno de sus programas de televisión favoritos en el perfil del escritor que había aparecido publicado en el Judge Dredd Annual 1989, mostrando así un interés por la serie que ahora parecía verse bastante reflejado en el funcionamiento interno de la saga.

Argumentalmente, la historia aparecía ambientada en el año 2118 y trataba sobre la asignación temporal de Dredd como nuevo Jefe de la Central del Sector 301, conocido entre los jueces y ciudadanos de Mega-City como El Pozo, el Sector con el índice de criminalidad más elevado de la toda la ciudad, circunstancia debida a que en los últimos tiempos el Sector se había convertido en una especie de basurero al que eran destinados aquellos Jueces que habían caído en desgracia, bien por su comportamiento negligente, o bien por ser considerados demasiado problemáticos como para ser asignados a otros sectores limpios de lo que se consideraban las manzanas podridas del Departamento. De acuerdo con lo que se había visto en las páginas finales de Los Archivos de Cal (Progs. 959-963), tras la muerte en extrañas circunstancias de la Juez Rohan, la Jefa de Sector que había precedido a Dredd, el Juez Jefe Volt había decidido que era hora de poner fin a la lamentable situación en que se hallaba el Sector 301, solicitando a Dredd que se hiciera cargo de la Jefatura de la Central del Sector, investigase la muerte de su predecesora, y lo pusiese todo otra vez en orden.

Estructuralmente, la saga se hallaba dividida en seis partes, aunque la primera de ellas prácticamente abarcaba todo lo que era la primera mitad de la saga, siendo la que le proporcionaba su título: El Pozo (The Pit), una extensa primera parte de 86 páginas que aparecía en los Progs. 970 a 983 y que comprendía 14 episodios a cargo de Carlos Ezquerra (1-8), Colin MacNeil (9-11) y Lee Sullivan (12-14). La historia daba comienzo con la llegada de Dredd a la Central del Sector 301 de la que ahora se encontraba al mando. Como se describía en sus páginas iniciales, cada Central de Sector era como un Palacio de Justicia en pequeño, con su propia división local de la Tek Division y del SJS, sus propias instalaciones médicas, armerías, dormitorios y salas de entrenamiento, así como su propia fuerza judicial, compuesta por más de un millar de Jueces completamente armados y motorizados. Como circunstancia especial del Sector 301, la violencia de las bandas y delincuentes que actuaban en la zona obligaba a que los Jueces patrullasen las calles en parejas, existiendo distritos en los que la actividad de bandas era tan fuerte que solamente podía acceder a ellos todo un escuadrón completo.

Con Ezquerra haciéndose cargo del apartado artístico en este inicio de la saga, los primeros capítulos se ocupaban de presentar a la mayoría de personajes que con mayor o menor protagonismo se iban a encargar de acompañar a Dredd a lo largo de la historia, siendo así como iban apareciendo, entre otros, los Jueces Guthrie, DeMarco, Lee, Buell, García, Priest, Struthers, Patel y Nuberg a la vez que argumentalmente se iniciaba la investigación de la muerte de la Juez Rohan y comenzaba a destaparse la trama de corrupción que existía entre los Jueces del SJS y de la Tek Division que actuaban en la Central de Sector.

Al encontrarse con Rohan en el momento de su muerte, el equipo formado por Lee y DeMarco era el que mayor protagonismo obtenía ya desde el comienzo de la saga, si bien era el caso especial del Juez Guthrie el que actuaba como impulsor de la trama, al aparecer de improviso en las dependencias de Dredd e inmovilizarle a punta de pistola. Guthrie era un Juez perteneciente a la Undercover Division (la División Encubierta, conocida coloquialmente como el Escuadrón de Wally) que se encontraba en búsqueda y captura acusado de haber asesinado a tres Jueces del Sector y haberse dado luego a la fuga. Ahora, Guthrie se presentaba ante Dredd y proclamaba su inocencia, dando otra versión diferente de lo sucedido y entregándole antes de volver a desaparecer una lista de nombres que Dredd debía investigar si quería llegar al fondo de lo que estaba sucediendo en el Sector 301. En un papel menor, otros dos personajes procedentes de anteriores sagas de Dredd, los jóvenes jueces Giant y Castillo, se sumaban también al reparto de El Pozo como refuerzo solicitado por Dredd para enderezar la difícil situación que tenía entre manos, una situación que tenía como trasfondo la alargada sombra de los Frendz, la organización mafiosa más poderosa de Mega-City Uno y que estaba directamente relacionada con toda la corrupción que imperaba en la Central de Sector.

De todos estos personajes que intervenían en la macrosaga, el que más protagonismo obtenía a medida que avanzaba la historia resultaba ser la joven Galen DeMarco, siendo ésta su primera aparición en la serie. DeMarco se presentaba a los lectores como una Juez supercompetente en su trabajo que enseguida se ganaba las simpatías de Dredd, pero que también levantaba sus sospechas al indagar sobre ella y descubrir que no había sido destinada al Pozo por ninguna falta previa que hubiera cometido, sino más bien al contrario, puesto que había sido nombrada varias veces para su promoción a un rango superior, promociones a las que ella misma había renunciado para solicitar voluntariamente su traslado al Pozo, resultando ser además la heredera de una de las fortunas más importantes de Mega-City Uno.

Había algo que no cuadraba en la Juez DeMarco y dada la situación que se estaba produciendo en la Central de Sector, Dredd se proponía averiguarlo, solicitando a la Juez Castillo que se convirtiera en su sombra y averiguase qué es lo que iba mal con ella. En todo caso, el personaje de DeMarco no sólo se ganaba las simpatías de Dredd, sino que también se ganaba de inmediato las del propio John Wagner. El escritor comentaría años más tarde que cuando empezó a escribir la saga no sabía exactamente cómo iban a acabar ninguno de todos aquellos Jueces más o menos imperfectos que se movían entre la condena y la redención, pero cuando vio la interpretación gráfica que Carlos Ezquerra había hecho de DeMarco, se dio cuenta enseguida de que a ella necesariamente tenía que volver a utilizarla, siendo de este modo como su futuro se iba a ver intrínsecamente conectado con el de Dredd a lo largo de los años siguientes, propiciando interesantes tramas argumentales para la serie y siendo además junto a Dredd, Anderson y Orlok, la otra protagonista de la macrosaga El Escenario del Juicio Final, el tercer y último crossover que tendría lugar entre el 2000AD y el Judge Dredd Megazine y cuyo epicentro iba a ser la Segunda Guerra Robot que Nero Narcos y los Frendz desencadenarían en el año 2121.

Al no poder confiar en los Jueces del SJS para investigar la corrupción que existía en la Central de Sector, lo primero que hacía Dredd era crear su propia unidad anticorrupción y situar a DeMarco al frente de la misma, siendo ella quien elegía a su compañero Lee y a los Jueces Buell y García como los demás miembros de la unidad encargada de llevar a cabo la tarea encomendada por Dredd. Al mismo tiempo, Dredd también encargaba al Juez Giant la misión de infiltrarse en las calles y localizar a Guthrie, puesto que no sólo era su fuente más fiable de información, sino que no podía permitir que un Juez renegado andase suelto por su Sector, máxime cuando podía acabar matando a otros Jueces o acabar siendo asesinado por aquellos que no querían ser descubiertos. Los últimos episodios que Ezquerra llevaba a cabo en esta primera parte de la saga servían para resolver lo sucedido a la Juez Rohan y descubrir el papel que los Jueces Priest y Struthers desempeñaban en la trama escrita por Wagner, siendo a partir de este momento cuando comenzaban los episodios a cargo de Colin MacNeil y Lee Sullivan con los que iba a conclur esta parte inicial de la saga.

Los episodios de MacNeil se centraban en la investigación que Giant llevaba a cabo para intentar localizar el paradero del Juez Guthrie. Sus averiguaciones le conducían hasta la Roca, una antigua prisión construida en el año 2040, a imitación de la de Alcatraz, que había sido abandonada años atrás en favor de los más modernos Isocubos. Ignorando que estaba siendo a su vez rastreado por dos de los Jueces corruptos que querían acabar con Guthrie, Giant conseguía enviar su localización a Dredd antes de ser interceptado por ellos, siendo entonces cuando Dredd entraba en escena y ayudaba a salir a Guthrie de la complicada situación en que se hallaba. A modo de curiosidad, señalar que originalmente estaba previsto que MacNeil llevase a cabo más episodios de la saga, pero al final sólo pudo realizar estos tres debido a que en ese momento se le encargó también el dibujo de America: Fading of the Light, la secuela de América cuya publicación se había previsto que tuviera lugar ese mismo verano en las páginas del Megazine, no siéndole posible encargarse de los dos proyectos al mismo tiempo.

Desde el punto de vista artístico, el cambio de Ezquerra a MacNeil resultaba quizás un tanto brusco, sobre todo porque MacNeil no utilizaba en esta ocasión el estilo de dibujo pintado a color que había sido visto anteriormente en historias como América o Mechanismo, sino que esta vez se ocupaba únicamente del trabajo a lápiz y a tinta, sin que el color fuese suyo, siendo del británico Allan Craddock, quien a partir de este momento sería el encargado de colorear el resto de episodios de la saga salvo los que aparecían dibujados por Ezquerra (puesto que éste trabajaba siempre con su propio color) y los tres episodios de Lee Sullivan que venían justo a continuación, los cuales estaban coloreados con algún que otro exceso de saturación por Mike Hadley. No era muy habitual que los artistas del 2000AD no coloreasen su propio trabajo, pero en esta ocasión sucedió así; de hecho no sería la última, ya que Allan Craddock terminaría convirtiéndose en un colaborador habitual de muchos de los trabajos que tanto Colin MacNeil como Lee Sullivan llevaron a cabo durante estos años.

El final de esta primera parte de la saga concluía con Lee Sullivan sustituyendo a Colin MacNeil en el dibujo a lápiz y tinta, siendo ésta la primera vez que este joven artista se encargaba de dibujar una historia del Juez Dredd aunque con el paso del tiempo llevaría a cabo muchas más. Tras la detención de más de una veintena de Jueces corruptos, el argumento de esta parte final se centraba en la búsqueda a gran escala que la unidad anticorrupción de Dredd llevaba a cabo del Juez Roth, el jefe de la división local del SJS asignada al Pozo. Roth se hallaba a sueldo de los Frendz y ahora, al verse descubierto, solicitaba la ayuda de sus amigos para salir de la megaciudad y evitar acabar en la colonia penal de Titán. Desafortunadamente, Roth no contaba con que los Frendz nunca dejaban testigos de nada que les comprometiera, de manera que el transporte de desperdicios tóxicos que supuestamente se utilizaba para facilitar su fuga, se acababa convirtiendo en una trampa mortal para el confiado Roth, del que no quedaba ni la foto.

Bajo el subtítulo de El Pozo que iba acompañando a todas las entregas que componían la saga, su segunda parte llevaba el título de Verdadero Grot (True Grot), título que hacía referencia no sólo al famoso western protagonizado por John Wayne (True Grit, traducido en España como Valor de Ley), sino a la comida basura favorita de Mega-City Uno, un producto llamado Grot Pot de cero valor nutritivo pero que presentaba a sus consumidores múltiples y deliciosos sabores, tales como patata polaca con yak tibetano, francés picante, etc. A través de estos tres episodios que aparecían en los Progs. 984-986, esta segunda parte de la historia trataba sobre el día a día del Pozo y tenía como principales protagonistas a las parejas que formaban los Jueces Priest y Struthers por un lado, y los Jueces Patel y Nuberg por otro. Todo partía de un atentado organizado por un pequeño grupo de activistas del Comité Social de Bienestar y Ocio del bloque John Prescott con vistas a proporcionar comida gratis a todas las familias del Pozo. La manera de hacerlo era derribando con un misil antiaéreo un vehículo comercial de transporte cargado con toneladas de Grot Pot, el cual de repente comenzaba a llover de manera gratuita por todo el Sector. El caos se multiplicaba al estrellarse el transporte derribado contra el viaducto por el que en ese momento circulaba el Zoom (el medio de transporte de Mega-City Uno equivalente al Metro), haciendo que los vagones se saliesen de las vías y se precipitasen contra el suelo. El dibujo de las 18 páginas de las que constaba esta parte de la historia corría a cargo de Alex Ronald, un joven dibujante que quizá era el más flojo de los cuatro que intervenían en la saga y que en aquella época acababa de debutar en Judge Dredd: Lawman of the Future, la nueva cabecera basada en la versión cinematográfica de Dredd que se acababa de lanzar al mercado el año anterior con vistas a los seguidores más jóvenes del personaje.

Carlos Ezquerra regresaba de nuevo al apartado artístico de la saga con su tercera parte: Relaciones no Judiciales (Unjudicial Liaisons). Apareciendo en los Progs. 987 a 989, este tercer capítulo de la historia constaba de 19 páginas y se dividía en otros tres episodios que esta vez tenían como principal protagonista a la Juez DeMarco. El argumento de fondo era la famosa regla que imponía un régimen de celibato obligatorio a todos los Jueces, prohibiéndoles mantener relaciones de pareja tanto con civiles como con otros Jueces y que ya había sido tratada otras veces en la serie en historias como Muerte de un Juez (Prog. 137) o La Grabación Falucci (Progs. 461-463). Tal y como se había visto en los anteriores capítulos de la saga que también se había encargado de dibujar Ezquerra, DeMarco mantenía una relación no judicial con otro de los Jueces asignados al Sector, el Juez Warren, siendo ella misma quien había solicitado su traslado al Pozo para poder continuar viéndose con él sin despertar sospechas. Ahora esa relación no atravesaba por su mejor momento. La llegada de Dredd había impresionado a DeMarco, que empezaba a tener cada vez más claro que Warren no era una persona excesivamente recomendable, saliendo perdiendo en la inconsciente comparación que DeMarco acababa haciendo entre él y Dredd; o no tan inconsciente, puesto que éste acabaría siendo otro de los argumentos a largo plazo que John Wagner iba a desarrollar en la serie en un futuro no demasiado lejano.

Con un talante quizá menos políticamente correcto del que en general existe hoy en día en el mundo del cómic, la inclusión de DeMarco en el controvertido tema de las relaciones sexuales entre los Jueces, propiciaba la aparición de imágenes nada inocentes del personaje en varias de las páginas que Ezquerra dibujaba en esta parte de la historia. El caso es que con base en esas viñetas de Ezquerra, el editor David Bishop decidía llevar un reflejo de ellas a la portada del Prog. 987 a fin de llamar la atención al fandom sobre esta circunstancia. El titular que acompañaba a esa portada (que se podría traducir como DeMarco Desabrochada), y el tipo de ilustración de Mark Harrison que se utilizaba para promocionar esta nueva parte de la saga, suscitaría bastante controversia en los correos que aparecerían en los números siguientes, y no precisamente por su resultado artístico, que quizás es de lo que más se hubiera debido discutir; de hecho, en realidad lo que sucedió fue más bien todo lo contrario, puesto que esa portada acabaría siendo reeditada a doble página como uno de los pin-ups más solicitados que acompañarían al 2000AD Special 1996. En cualquier caso, tomándose la polémica con humor, la famosa portada del Prog. 987 tendría una nueva y provocadora versión al año siguiente, donde esta vez iba a ser un Juez Dredd de pelo en pecho quien protagonizase en el Prog. 1072 su propia portada de Dredd Desabrochado, añadiendo un irónico giro a la controversia.

Desde el punto de vista argumental, ésta era la parte de la saga que John Wagner utilizaba para desarrollar al personaje de la Juez DeMarco. Recurriendo a modo de flashback a los recuerdos sobre su propia infancia, la historia mostraba en este punto cómo DeMarco había ingresado por decisión de su padre en la Academia de la Ley tras haber fallecido su madre, dejando entrever una necesidad de cariño no correspondido que había acabado forjando su personalidad. La caracterización que Wagner llevaba a cabo del personaje se preocupaba también de hacer ver que la fortuna de su familia no significaba nada para ella, sintiendo por el contrario una verdadera vocación por ser Juez de Mega-City Uno. Con este bagaje argumental a cuestas, DeMarco se dirigía a una nueva cita con el Juez Warren sin saber que estaba siendo seguida a su vez por la Juez Castillo, quien acababa descubriendo la relación no judicial que ambos estaban manteniendo. Todo se complicaba cuando en uno de los apartamentos contiguos al que ocupaban DeMarco y Warren se desarrollaba un crimen que obligaba a intervenir a Castillo, encontrándose ésta de repente en una situación de inferioridad que la obligaba a solicitar ayuda inmediata. Recibiendo por radio esa petición de ayuda, DeMarco no dudaba un segundo en responder a la llamada de su compañera, mientras que Warren prefería desaparecer del lugar para evitar verse envuelto en el asunto y tener que dar explicaciones sobre lo que ambos estaban haciendo allí.

A pesar de la rastrera huida de Warren, DeMarco conseguía llegar a tiempo de salvar la vida de Castillo. Dándose cuenta de lo que significaba la presencia de su compañera en ese lugar, el único favor que DeMarco le pedía era que le dejase hablar primero con Dredd y ser ella misma quien le contase todo. Como no podía ser de otra forma, Dredd se mostraba profundamente decepcionado con DeMarco ante aquel quebrantamiento de una de las normas más básicas del Departamento de Justicia, y ésta lamentaba a su vez la decepción que su comportamiento le había supuesto a Dredd, pero no por ello dejaba de defender su dedicación en todo momento a la ley, mostrándose firme a la hora de entender que esa relación nunca la había incapacitado para hacer bien su trabajo, y expresándose abiertamente sobre que la norma del celibato entre los Jueces era una regla absurda que debería ser revisada, argumento este último con el que Wagner se aseguraba todavía más el acercamiento del personaje a los lectores.

La aproximación psicológica que John Wagner hacía del personaje resultaba en todo caso interesante. Para DeMarco hubiera sido más ventajoso a todos los niveles no mantener ningún tipo de relación sentimental, pero de manera consciente elegía ir contracorriente y mantenerlas porque entendía que esa regla carecía de sentido entre seres humanos. En cualquier caso, argumentalmente, Dredd apreciaba lo que había hecho DeMarco, arriesgando su carrera para salvar la vida de Castillo, pero no podía pasar por alto aquella infracción del reglamento y decidía suspenderla hasta nuevo aviso, entregando el mando de la unidad a Buell. A pesar de todo, decidía no quitarle la Placa y expulsarla del cuerpo, cosa que sin embargo sí que hacía con Warren por haber desatendido la llamada de auxilio de Castillo, algo que Warren no se tomaba nada bien, acusando a Dredd de favorecer a DeMarco por estar colado por ella y pretender quitársele a él de en medio, de manera que además de dejar su placa en el despacho de Dredd, Warren también se dejaba allí parte de su cara pegada a la pared y acababa siendo arrestado por intentar agredir a un superior.

A continuación tenían lugar dos historias cortas en las que Lee Sullivan se hacía cargo de nuevo del dibujo a lápiz y tinta mientras que Allan Craddock hacía lo propio con el trabajo a color, con lo que desde el punto de vista visual las páginas del joven artista británico iban a salir ganando bastante en comparación con las que se habían visto anteriormente. Apareciendo en el Prog. 990, el primero de esos dos capítulos de seis páginas era Extremaunción (Last Rites) que funcionaba como una secuela de Auténtico Grot. A efectos argumentales, la operación de limpieza que Dredd había iniciado al principio de la saga, comenzaba ahora a dar sus frutos con los arrestos que se estaban llevando a cabo por todo el Sector de los Jueces corruptos que aún permanecían en libertad. Por otra parte, el título de esta cuarta entrega de la saga hacía referencia a la particular forma de administrar justicia que acostumbraba a llevar a cabo el Juez Priest, quien tras haber confesado los más de veinte asesinatos que llevaba a cuestas, se ocupaba una vez más de hacer el juego a su curioso apellido con el ciudadano Myran Boydson, responsable de la muerte de su compañero, al coincidir los dos en el mismo vehículo de transporte que les trasladaba a ambos fuera de las instalaciones de la Central de Sector.

El segundo de estos episodios era el que aparecía en el Prog. 991: Declaración de Guerra (Declaration of War), que funcionaba a su vez como un prólogo a toda la parte final con la que iba a concluir la macrosaga. Con más de una veintena de arrestos y varios jueces fallecidos, Dredd daba por terminada la operación de limpieza de la Central de Sector, ascendiendo a Buell y a su compañera García al mando de la división local del SJS, mientras que Guthrie y DeMarco acababan siendo oficialmente perdonados y volvían a formar parte de la unidad. Entendiendo que se trataba de un caso justificado de defensa propia, Guthrie resultaba absuelto de todos los cargos que pesaban sobre él con motivo de los asesinatos que había tenido que llevar a cabo para salvar el pellejo, mientras que DeMarco se salvaba de la expulsión por haber demostrado en reiteradas ocasiones su valía como Juez y por el apoyo incondicional que la mostraban todos sus compañeros, resultando severamente amonestada y siendo advertida por Dredd de que cualquier reincidencia en su conducta antijudicial significaría su expulsión automática del cuerpo.

Con la Central de Sector limpia de corrupción, Dredd decidía que era el momento de extirpar el cáncer que la había originado y evitar que volviera a apoderarse de ella, de manera que decidía declarar una guerra abierta contra los Frendz y apuntaba directamente como objetivo de la unidad al Jefe de la organización en el Sector 301: Fonzo Bongo, un músico bastante esquizofrénico y propietario de varios clubes que iba siempre acompañado de unos bongos y al que hasta entonces nunca había sido posible acusar de nada. Al haber desaparecido con la muerte de Roth cualquier prueba que le situase detrás de los casos de corrupción, Dredd ordenaba llevar a cabo una campaña de acoso y derribo contra todos los locales y negocios controlados por Bongo, tanto los legales como los aparentemente legales, intentando forzar la situación para que a Bongo se le fuese la mano y cometiese cualquier error que les permitiera detenerlo y enviarlo unas cuantas décadas a los Cubos.

Con estos antecedentes comenzaba La Guerra de Bongo (Bongo War), la parte final de 8 episodios y 56 páginas con que la macrosaga venía finalmente a concluir en los Progs. 992 a 999, hallándose su apartado gráfico a cargo de Lee Sullivan (1, 8), Alex Ronald (2-4) y Carlos Ezquerra (5-7). A efectos argumentales, esta última parte de la saga comenzaba con los Jueces desatando una oleada de inspecciones y registros sobre todos los locales del Sector controlados por Bongo. La campaña emprendida por Dredd empezaba a sacar de sus casillas al cabecilla local de los Frendz, si bien esa cólera inicial se quedaba en nada cuando todo un escuadrón de Jueces se presentaba en su propio club y lo registraba a fondo, dejándole en pelotas delante de sus acompañantes para comprobar que no llevaba ninguna sustancia ilegal encima y cerrándole a continuación el local al encontrarse rastros de salmonella y listeria en las cocinas, todo ello acompañado del tratamiento habitual empleado por los Jueces de Mega-City a la hora de emprender cualquier acción de registro. Como consecuencia de la humillación sufrida, Bongo ahora sí que enloquecía de verdad y decidía declarar su propia guerra a Dredd y a los Jueces del Sector.

Exceptuando el caso de Guthrie, cuya rehabilitación como Juez se había producido en el capítulo anterior, todas las tramas que John Wagner había estado tejiendo desde el inicio de la saga confluían en esta parte final cuyo eje central estaba constituido por la situación de guerra total que Fonzo Bongo desencadenaba al convocar a todas las bandas que tenía bajo su control para que de manera simultánea desatasen una ola de disturbios y saqueos masivos por todo el Sector. Ante la multitud de focos que comenzaban a estallar de manera aleatoria en varios lugares a la vez, todos los Jueces tenían que desplegarse para atajar la situación con la que de repente se encontraban entre manos. El propio Dredd decretaba el toque de queda para todos los ciudadanos que residían en el Pozo y decidía salir también con su equipo para sofocar las múltiples revueltas que estaban teniendo lugar por todo el Sector, dejando al Juez Uris al mando de la Central.

Era en este caos que se desataba dónde comenzaban a producirse las diferentes situaciones que conducirían la trama hasta su conclusión. Así, el arrestado Warren aprovechaba para fugarse el ataque que llevaba a cabo una de las bandas contra el vehículo que lo trasladaba, decidiendo abandonar a su suerte a los Jueces que lo custodiaban, quienes acababan siendo hechos pedazos por los asaltantes. Al recibirse la noticia de la fuga de Warren, la propia DeMarco solicitaba permiso a Dredd para separarse del grupo y emprender su búsqueda en solitario. Al mismo tiempo, los Jueces Patel y Nuberg se encontraban de repente acorralados por centenares de asaltantes, viéndose obligados a emprender una retirada estratégica hacia la zona de refugio más próxima: la Subestación de Tráfico de El Álamo, hacia la que en ese momento también se dirigían Dredd, Guthrie, Lee y Giant para dejar bajo custodia a varios detenidos. A modo de anécdota, señalar que al mando de la subestación de tráfico se encontraba el Juez Greel, el antiguo segundo al mando de McGruder, quien había acabado dirigiendo el tráfico en el Pozo tras haber sido destituido de su cargo por la propia McGruder al final de Wilderlands (Prog. 915).

Como la propia denominación de la subestación venía a indicar, Ezquerra regresaba a esta parte final de la saga para hacerse cargo de realizar gráficamente lo que no era sino una versión futurista ideada por John Wagner de la famosa batalla de El Álamo, una versión que se aproximaba bastante a la presentada en su día a través de la icónica película del mismo título dirigida e interpretada por John Wayne, de la que incluso se llegaba a homenajear alguna escena. En este caso, los centenares de atacantes armados que perseguían a Nuberg y Patel les obligaban a atrincherarse en la subestación de tráfico a fin de evitar ser hechos pedazos por el número y la potencia de fuego de la que disponían los asaltantes, coincidiendo en ella con Dredd y su equipo. La situación se complicaba todavía más para los asediados cuando Bongo se enteraba de que Dredd se había quedado aislado en la subestación de tráfico junto con sus hombres, un cadete novato y los pocos jueces de tráfico que trabajaban en ella, decidiendo enviar a todos sus hombres de golpe contra la subestación, que se convertía así en un auténtico campo de batalla.

Evidentemente, no todos los protagonistas de la saga iban a salir con vida de aquel homenaje a la Batalla del Álamo con el que la historia concluía a través de un episodio especial de doce páginas que esta vez corría a cargo del dibujante Lee Sullivan. En todo caso, a modo de final, y de manera similar a lo ocurrido en su día con el famoso gánster Al Capone, los Jueces no conseguían obtener pruebas contra Fonzo Bongo de los múltiples levantamientos armados que habían tenido lugar en el Sector, pero lograban enviarle veinticinco años a los Cubos acusado de infractor en serie gracias a las más de trescientas multas de aparcamiento impagadas que habían aparecido traspapeladas en la subestación de tráfico asediada, descabezando así la presencia de los Frendz en el Sector y enviando un serio aviso a la organización de que los Jueces de Mega-City no estaban dispuestos a tolerar que instigasen la corrupción entre sus filas, fueran cuales fuesen las consecuencias.

De todos los comentarios y críticas que con el paso del tiempo se han venido a realizar sobre esta macrosaga, con aquellos con los que particularmente estoy más de acuerdo son con los que consideran que El Pozo vino a reinventar con éxito el mundo de Dredd y el papel que éste interpretaba en él. Sin perjuicio de otro tipo de historias, con otro tipo de objetivos, como América o Necrópolis, fue a partir de El Pozo donde la serie comenzó a adquirir el tono de madurez narrativa que ha venido a acompañar al personaje durante este nuevo milenio, contribuyendo a explicar la longevidad con que ha conseguido llegar hasta nuestros días. En el extremo opuesto, seguramente la crítica más negativa que se le pueda hacer a esta macrosaga es que quizá no fuese demasiado atractiva visualmente. Comenzaba de una manera excelente en manos de Ezquerra, pero lo cierto es que el artista español no la llegaba a realizar entera, que hubiera sido sin duda lo más deseable, sino que vino a dejar en manos de otros artistas buena parte de su desarrollo, regresando tan sólo de manera puntual hacia la mitad de la saga y en lo que iba a ser su recta final, por lo que únicamente llegaba a hacerse cargo del diseño de personajes y de algo menos de la mitad de su extensión. A pesar de todo, la verdad es que la saga se leía muy bien y goza hoy en día de una excelente reputación entre la gran mayoría de seguidores del personaje (a mí personalmente es una de las que más me gustan), siendo recibida como un auténtico clásico desde el mismo momento en que terminó su publicación en las páginas del 2000AD y reeditándose como una novela gráfica de casi doscientas páginas al año siguiente, lo que también dice mucho de cuál fue su recepción.

En cierto modo es curioso observar como el final de esta saga estuvo de alguna manera bastante relacionado con el comienzo de la siguiente, al menos desde el punto de vista editorial, toda vez que esa doble extensión de doce páginas que acabó teniendo el episodio final de El Pozo vino en realidad motivada por la necesidad de que la historia concluyese en el Prog. 999, al haberse tomado la decisión de que el 2000AD celebrase su histórico Prog. 1000 con el comienzo de una saga totalmente nueva de cada uno de los personajes que aparecían en su interior, circunstancia que iba a traer consigo otra excelente historia para los seguidores del Juez Dredd: Dead Reckoning (Progs. 1000-1006), una saga de siete episodios aparecida a lo largo de los meses de Julio y Agosto de 1996, cuyo título más literal podría ser algo así como Ajustando Cuentas con la Muerte, pero que en realidad lo que hacía era jugar con el término de uso navegacional que se utiliza sobre el Tiempo Estimado para llegar a un destino determinado, toda vez que la historia iba de errores de cálculo y de viajes interdimensionales en el tiempo, a la vez que suponía el regreso del Juez Muerte y del resto de Jueces Oscuros a la serie.

Encargada en un principio para aparecer publicada como un único número especial de 42 páginas a cargo de John Wagner y Greg Staples, fue el equipo editorial formado por David Bishop y Steve MacManus el que acabó decidiendo que en su lugar apareciese por entregas en el 2000AD, siendo precisamente la saga que comenzase en ese histórico Prog. 1000. Como Dredd venía a reflexionar a su conclusión, la historia contaba una curiosa paradoja temporal que venía a explicar cómo habían tenido conocimiento los Jueces Oscuros de la existencia de Mega-City Uno en otra realidad paralela. Ya anteriormente, en Juez Muerte: La verdadera historia (Progs. 901-902), a través de una historia corta montada a modo de entrevista con el fallecido periodista Brian Skuter, el propio John Wagner e Ian Gibson habían mostrado como los Jueces Oscuros habían obtenido de unos desafortunados alienígenas los aparatos de salto interdimensional que los habían llevado hasta Mega-City Uno. Ahora, a través de un nuevo enfrentamiento entre el Juez Dredd y el Juez Muerte que daba comienzo en este número especial de aniversario de la revista, se planteaba la posibilidad de que la llegada del Juez Muerte a Mega-City en el año 2101 no hubiera sido casual, sino de algún modo provocada por los acontecimientos que iban a tener lugar en el año 2118 en el que transcurría esta historia.

La trama comenzaba de una manera bastante inocente para los estándares de Mega-City, cuando el Juez Dredd recibía el aviso del preocupado y colaborador ciudadano Norman Putnik, que iba acompañado por su anciana madre de 199 años, de que había visto a unos Juves (Menores) bastante sospechosos portando un lanzamisiles casero. Al mismo tiempo, mientras Dredd se dirigía a investigar el asunto, el espíritu incorpóreo del Juez Muerte recibía una visita oficial de la doctora Nivea Davenport en el bloque de contención en el que se encontraban encerrados los Jueces Oscuros, una entrevista que tenía por objeto la investigación con fines científicos que Davenport estaba llevando a cabo para el Departamento de Estudios Temporales y Dimensionales sobre las diferentes leyes físicas que regían en su dimensión y le permitían existir.

Dos de esas líneas argumentales confluían cuando los Juves a los que perseguía Dredd disparaban el lanzamisiles casero contra el bloque en el que residía una banda rival, desviándose el misil de su chapucera trayectoria e impactando contra un tanque químico de transporte que en ese momento sobrevolaba la zona. El tanque químico se estrellaba a su vez contra la prisión de los Jueces Oscuros en el momento en que estaba teniendo lugar la entrevista, lo que permitía que el espíritu del Juez Muerte escapase de su encierro y poseyese al ciudadano Norman Putnik, quien todavía andaba circulando con su vehículo por las inmediaciones junto con su anciana madre, enlazándose así con las dos anteriores esta tercera línea argumental que tenía por objeto a los Putnik y que se había presentado a los lectores de manera bastante inadvertida.

Con buenas dosis de horror y de humor negro de por medio, el superdemonio alienígena transformaba y ocupaba el cuerpo que tenía más a mano, en este caso el de la anciana Señora Putnik, dirigiéndose a continuación a las instalaciones del Centro de Estudios Temporales y Dimensionales al que pertenecía Davenport con la idea de utilizar su dispositivo de salto y volver a Deadworld, su dimensión originaria, a fin de regresar más tarde a Mega-City con los medios necesarios para liberar a sus tres compañeros. Llevándose a Davenport de rehén, el Juez Muerte lograba partir hacia su dimensión antes de que Dredd llegase a tiempo para evitarlo, si bien por un inesperado error de cálculo en las coordenadas de salto, Davenport y Muerte no se acababan transportando al Deadworld del presente, sino que retrocedían años atrás en el tiempo, apareciendo en una época en la que todavía se estaban llevando a cabo las Purgas que habían acabado con todos los seres vivos del planeta y en la que por tanto también existían unas versiones anteriores tanto del propio Juez Muerte como del resto de Jueces Oscuros, siendo a esa misma época hacia la que Dredd partía también en su persecución.

Sin perjuicio del vertiginoso ritmo y la velocidad a la que se desarrollaba la historia, la gran estrella de Dead Reckoning resultaba ser el artista Greg Staples, que seguramente vino a realizar en esta historia el mejor trabajo que había llevado a cabo hasta entonces en su carrera. Aparte de la visualidad que desprendía su espectacular estilo de dibujo y de ese toque heredado de su maestro Simon Bisley, ver al Juez Muerte como un quinto Juez Oscuro, ataviado con una peluca de anciana en lugar de su casco y con un traje de abuela en vez de su uniforme, era una broma que sólo podía resultar bien en manos de un ilustrador muy bueno, como efectivamente lo era Greg Staples.

A efectos de continuidad gráfica, todos los elementos clásicos del entorno de Deadworld y de los Jueces Oscuros resultaban perfectamente reconocibles en el trabajo que Greg Staples llevaba a cabo. Cuidando todo tipo de detalles, los Jueces de Deadworld eran idénticos a los que Peter Doherty había presentado años antes en Young Death: Boyhood of a Superfiend (Megs. 1.01-1.12) e incluso el aspecto exterior del Salón Oscuro de Deadworld se correspondía con el mostrado quince años atrás por Brian Bolland a la conclusión de Judge Death Lives (Prog. 228) aunque con la importante diferencia de que en este momento temporal todavía existían personas vivas a su alrededor. La historia suponía además el regreso de los otros tres Jueces Oscuros: Miedo, Fuego y Mortis, quienes no habían vuelto a aparecer en la serie desde la conclusión de Necrópolis y sus correspondientes secuelas, si bien en esta ocasión se trataba de sus contrapartidas del pasado, no las del presente, las cuales todavía permanecían encerradas en Mega-City Uno. En todo caso, su interpretación gráfica por parte de Staples, sobre todo en las escenas de acción en que los tres se enfrentaban a Dredd, era uno de los puntos fuertes sobre los que descansaba toda la parte final de la historia.

Quizá el punto más criticable de Dead Reckoning era que a su conclusión la situación tanto del Juez Muerte como del resto de sus compañeros seguía siendo la misma que existía al comienzo de la historia, como si no hubiese sucedido nada y todo regresase al punto de partida inicial, desenlace que dejaba una cierta sensación de intrascendencia argumental. Fuera de la paradoja temporal que explicaba cómo los Jueces Oscuros habían descubierto la existencia de Mega-City Uno, lo cierto es que la trama de los Jueces Oscuros no sólo no avanzaba demasiado, sino que parecía haberse quedado estancada. Y lo cierto es que en realidad era así. El motivo no era otro sino que en cualquier momento, aunque no se supiese exactamente cuándo, se iba a acabar publicando Morir de Risa, una historia que ya había sido escrita y entregada desde hacía cuatro años para su publicación, y en ella, los cuatro Jueces Oscuros partían de una situación inicial de confinamiento que no podía verse alterada a fin de que su aparición en dicha historia entrase en continuidad y tuviese sentido. Sea como fuere, ninguno de ellos volvería a aparecer hasta que a finales de 1998 se publicase por fin ese esperado crossover entre Batman y el Juez Dredd en el que los Jueces Oscuros se escapaban de su prisión y volvían a desatar el caos en Mega-City Uno, quedando así liberada su trayectoria argumental de cara a futuras historias.

Continuando la historia en viñetas de Mega-City Uno, uno de los personajes más importantes de la serie se iba a despedir para siempre de ella en el Prog. 1009: Muerte de una Leyenda (Death of a Legend), una historia corta de seis páginas a cargo de John Wagner y Peter Doherty que se publicaba en pleno mes de Septiembre y que iba a suponer la última historia en que aparecería la Juez Jefe Hilda Margaret McGruder. A modo de antecedente sobre lo que estaba sucediendo, el Judge Dredd Megazine (Meg. 3.09) ya había presentado a finales del año anterior una historia corta de nueve páginas (Matando el Tiempo) en la que Dredd se enteraba de que la antigua Juez Jefe de Mega-City Uno había sido ingresada en una institución mental víctima de la enfermedad de alzheimer, con un deterioro cada vez más irreversible de sus facultades mentales.

Ahora, diez meses después de aquella historia, la enfermedad había seguido su curso de manera inevitable y el Subcomité de Jurisprudencia Médica del Departamento de Justicia estaba a punto de acordar el traslado de McGruder al Euthanasium para acabar con su vida a través de una inyección letal. Considerando que aquella no era la manera de despedir a una vieja compañera de armas y a una auténtica leyenda como McGruder, Dredd intervenía instantes antes de que el veredicto fuese oficial y decidía sacarla por su cuenta del hospital, dirigiéndose con ella a la Tierra Maldita a fin de que la antigua Juez Jefe pudiera emprender una última misión. Basada argumentalmente en la relación que habían mantenido Dredd y McGruder a lo largo de los años, la historia tenía un puntito emocional muy bien construido y jugaba con el respeto y el aprecio que Dredd sentía hacia ella, tocando además por primera vez en el cómic europeo de aventuras el difícil tema de la enfermedad de alzheimer, aun cuando lo hiciera sin más pretensión que la de dar visibilidad a la enfermedad y procurar una despedida épica y emotiva a uno de los personajes más importantes que había tenido la serie durante los últimos quince años.

A pesar del excelente momento que estaba atravesando el 2000AD, lo cierto es que las cosas no le iban tan bien al Judge Dredd Megazine, al que le había sentado bastante mal la renumeración que había tenido lugar con motivo del estreno de la película del Juez Dredd. Coincidiendo también con un cierto alejamiento de la vieja guardia formada por John Wagner y Alan Grant, sus ventas se habían ralentizado hasta el punto de no poder mantener la periodicidad quincenal que venía siendo habitual desde el comienzo de la revista, comenzando a aparecer de manera mensual a partir del Meg. 3.14. Evidentemente, tal y como estaban las cosas, se hacía necesario dar un impulso editorial al megazine, decidiéndose realizar ese impulso a través de lo que iba a ser una primera secuela de América (Megs. 1.01-1.07), la historia que más reconocimientos había obtenido hasta entonces en la trayectoria de la revista. Esa secuela iba a recibir el título de El Desvanecimiento de la Luz (Fading of the Light) e iba a estar a cargo de John Wagner y Colin MacNeil, los mismos autores que seis años antes se habían encargado de llevar a cabo la saga original, y será a ella a la que trataremos de referirnos con un poco más de profundidad en la próxima entrada.

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