A finales de 1995, tras el regusto amargo que la película del Juez Dredd había dejado entre la crítica cinematográfica y entre la mayoría de seguidores del personaje, hacía falta algo para levantar los ánimos del fandom y con ello las propias expectativas del 2000AD, y ese algo iba a ser El Pozo (The Pit), una de las macrosagas más famosas y a la vez más extensas que ha llegado a tener el Juez Dredd a lo largo de toda su historia editorial, apareciendo de manera ininterrumpida desde mediados de Diciembre de 1995 a principios de Julio de 1996, o lo que es lo mismo durante toda la primera mitad del año 1996, haciéndolo en los Progs. 970 a 999 y completando un total de 30 episodios y más de 190 páginas.
Echando un poco la vista
atrás, lo primero que habría que decir es que El Pozo supuso un cambio bastante definido en el estilo que John
Wagner había dado hasta entonces a las historias del Juez Dredd, siendo la
primera vez en que la dinámica de grupo se configuraba como una parte importante
del propio argumento de la historia. En este sentido, fue también la primera
vez que la serie vino a ampliar su enfoque, yendo más allá de las aventuras
protagonizadas por Dredd para convertirse en una historia coral que avanzaba a
medida que lo hacían las subtramas de los diferentes personajes que intervenían
en ella. Como es lógico, lo que hizo John Wagner para llevar a cabo este tipo
de historia fue situar a varios personajes de apoyo alrededor de Dredd,
personajes que en algunos casos no se comportaban como simples secundarios,
sino que en realidad formaban parte de la trama y estaban tan bien construidos
que su historia particular acababa resultando interesante para los lectores.
Carlos Ezquerra, artista principal de la saga, sería también el diseñador
gráfico de todos esos personajes, remarcando años más tarde lo fuertes que eran
y lo mucho que se había esforzado en darles a cada uno de ellos unos rasgos
concretos que les dotasen de una personalidad bien definida, toda vez que era
consciente de que iban a acabar siendo compartidos con otros artistas a lo
largo de la saga.
Argumentalmente, la historia aparecía ambientada en el año 2118 y trataba sobre la asignación temporal de Dredd como nuevo Jefe de la Central del Sector 301, conocido entre los jueces y ciudadanos de Mega-City como El Pozo, el Sector con el índice de criminalidad más elevado de la toda la ciudad, circunstancia debida a que en los últimos tiempos el Sector se había convertido en una especie de basurero al que eran destinados aquellos Jueces que habían caído en desgracia, bien por su comportamiento negligente, o bien por ser considerados demasiado problemáticos como para ser asignados a otros sectores limpios de lo que se consideraban las manzanas podridas del Departamento. De acuerdo con lo que se había visto en las páginas finales de Los Archivos de Cal (Progs. 959-963), tras la muerte en extrañas circunstancias de la Juez Rohan, la Jefa de Sector que había precedido a Dredd, el Juez Jefe Volt había decidido que era hora de poner fin a la lamentable situación en que se hallaba el Sector 301, solicitando a Dredd que se hiciera cargo de la Jefatura de la Central del Sector, investigase la muerte de su predecesora, y lo pusiese todo otra vez en orden.
De todos estos personajes que
intervenían en la macrosaga, el que más protagonismo obtenía a medida que avanzaba la historia resultaba ser la joven Galen DeMarco, siendo ésta su
primera aparición en la serie. DeMarco se presentaba a los lectores como una Juez supercompetente en su trabajo que enseguida se ganaba las simpatías de Dredd,
pero que también levantaba sus sospechas al indagar sobre ella y descubrir que
no había sido destinada al Pozo por
ninguna falta previa que hubiera cometido, sino más bien al contrario, puesto
que había sido nombrada varias veces para su promoción a un rango superior,
promociones a las que ella misma había renunciado para solicitar
voluntariamente su traslado al Pozo,
resultando ser además la heredera de una de las fortunas más importantes de Mega-City
Uno.
Al no poder confiar en los
Jueces del SJS para investigar la corrupción que existía en la Central de
Sector, lo primero que hacía Dredd era crear su propia unidad anticorrupción y
situar a DeMarco al frente de la misma, siendo ella quien elegía a su compañero
Lee y a los Jueces Buell y García como los demás miembros de la unidad
encargada de llevar a cabo la tarea encomendada por Dredd. Al mismo tiempo,
Dredd también encargaba al Juez Giant la misión de infiltrarse en las calles y
localizar a Guthrie, puesto que no sólo era su fuente más fiable de
información, sino que no podía permitir que un Juez renegado andase suelto por
su Sector, máxime cuando podía acabar matando a otros Jueces o acabar siendo
asesinado por aquellos que no querían ser descubiertos. Los últimos episodios
que Ezquerra llevaba a cabo en esta primera parte de la saga servían para
resolver lo sucedido a la Juez Rohan y descubrir el papel que los Jueces Priest
y Struthers desempeñaban en la trama escrita por Wagner, siendo a partir de
este momento cuando comenzaban los episodios a cargo de Colin MacNeil y Lee
Sullivan con los que iba a conclur esta parte inicial de la saga.
Desde el punto de vista
artístico, el cambio de Ezquerra a MacNeil resultaba quizás un tanto brusco,
sobre todo porque MacNeil no utilizaba en esta ocasión el estilo de dibujo
pintado a color que había sido visto anteriormente en historias como América o Mechanismo, sino que esta vez se ocupaba únicamente del trabajo a
lápiz y a tinta, sin que el color fuese suyo, siendo del británico Allan
Craddock, quien a partir de este momento sería el encargado de colorear el
resto de episodios de la saga salvo los que aparecían dibujados por Ezquerra
(puesto que éste trabajaba siempre con su propio color) y los tres episodios de
Lee Sullivan que venían justo a continuación, los cuales estaban coloreados con
algún que otro exceso de saturación por Mike Hadley. No era muy habitual que
los artistas del 2000AD no coloreasen su propio trabajo, pero en esta ocasión
sucedió así; de hecho no sería la última, ya que Allan Craddock terminaría convirtiéndose
en un colaborador habitual de muchos de los trabajos que tanto Colin MacNeil
como Lee Sullivan llevaron a cabo durante estos años.
El final de esta primera
parte de la saga concluía con Lee Sullivan sustituyendo a Colin MacNeil en el
dibujo a lápiz y tinta, siendo ésta la primera vez que este joven artista se
encargaba de dibujar una historia del Juez Dredd aunque con el paso del tiempo
llevaría a cabo muchas más. Tras la detención de más de una veintena de Jueces
corruptos, el argumento de esta parte final se centraba en la búsqueda a gran
escala que la unidad anticorrupción de Dredd llevaba a cabo del Juez Roth, el
jefe de la división local del SJS asignada al Pozo. Roth se hallaba a sueldo de los Frendz y ahora, al verse
descubierto, solicitaba la ayuda de sus amigos
para salir de la megaciudad y evitar acabar en la colonia penal de Titán.
Desafortunadamente, Roth no contaba con que los Frendz nunca dejaban testigos
de nada que les comprometiera, de manera que el transporte de desperdicios tóxicos
que supuestamente se utilizaba para facilitar su fuga, se acababa convirtiendo
en una trampa mortal para el confiado Roth, del que no quedaba ni la foto.
Bajo el subtítulo de El Pozo que iba acompañando a todas las entregas que componían la saga, su segunda parte llevaba el título de Verdadero Grot (True Grot), título que hacía referencia no sólo al famoso western protagonizado por John Wayne (True Grit, traducido en España como Valor de Ley), sino a la comida basura favorita de Mega-City Uno, un producto llamado Grot Pot de cero valor nutritivo pero que presentaba a sus consumidores múltiples y deliciosos sabores, tales como patata polaca con yak tibetano, francés picante, etc. A través de estos tres episodios que aparecían en los Progs. 984-986, esta segunda parte de la historia trataba sobre el día a día del Pozo y tenía como principales protagonistas a las parejas que formaban los Jueces Priest y Struthers por un lado, y los Jueces Patel y Nuberg por otro. Todo partía de un atentado organizado por un pequeño grupo de activistas del Comité Social de Bienestar y Ocio del bloque John Prescott con vistas a proporcionar comida gratis a todas las familias del Pozo. La manera de hacerlo era derribando con un misil antiaéreo un vehículo comercial de transporte cargado con toneladas de Grot Pot, el cual de repente comenzaba a llover de manera gratuita por todo el Sector. El caos se multiplicaba al estrellarse el transporte derribado contra el viaducto por el que en ese momento circulaba el Zoom (el medio de transporte de Mega-City Uno equivalente al Metro), haciendo que los vagones se saliesen de las vías y se precipitasen contra el suelo. El dibujo de las 18 páginas de las que constaba esta parte de la historia corría a cargo de Alex Ronald, un joven dibujante que quizá era el más flojo de los cuatro que intervenían en la saga y que en aquella época acababa de debutar en Judge Dredd: Lawman of the Future, la nueva cabecera basada en la versión cinematográfica de Dredd que se acababa de lanzar al mercado el año anterior con vistas a los seguidores más jóvenes del personaje.
Carlos Ezquerra regresaba de
nuevo al apartado artístico de la saga con su tercera parte: Relaciones no Judiciales (Unjudicial Liaisons). Apareciendo en
los Progs. 987 a 989, este tercer
capítulo de la historia constaba de 19 páginas y se dividía en otros tres
episodios que esta vez tenían como principal protagonista a la Juez DeMarco. El
argumento de fondo era la famosa regla que imponía un régimen de celibato obligatorio
a todos los Jueces, prohibiéndoles mantener relaciones de pareja tanto con
civiles como con otros Jueces y que ya había sido tratada otras veces en la
serie en historias como Muerte de un
Juez (Prog. 137) o La Grabación Falucci (Progs. 461-463). Tal y como se había visto
en los anteriores capítulos de la saga que también se había encargado de
dibujar Ezquerra, DeMarco mantenía una relación no judicial con otro de los
Jueces asignados al Sector, el Juez Warren, siendo ella misma quien había
solicitado su traslado al Pozo para
poder continuar viéndose con él sin despertar sospechas. Ahora esa relación no
atravesaba por su mejor momento. La llegada de Dredd había impresionado a
DeMarco, que empezaba a tener cada vez más claro que Warren no era una persona
excesivamente recomendable, saliendo perdiendo en la inconsciente comparación
que DeMarco acababa haciendo entre él y Dredd; o no tan inconsciente, puesto
que éste acabaría siendo otro de los argumentos a largo plazo que John Wagner
iba a desarrollar en la serie en un futuro no demasiado lejano.
Con un talante quizá menos políticamente correcto del que en general existe hoy en día en el mundo del cómic, la inclusión de DeMarco en el controvertido tema de las relaciones sexuales entre los Jueces, propiciaba la aparición de imágenes nada inocentes del personaje en varias de las páginas que Ezquerra dibujaba en esta parte de la historia. El caso es que con base en esas viñetas de Ezquerra, el editor David Bishop decidía llevar un reflejo de ellas a la portada del Prog. 987 a fin de llamar la atención al fandom sobre esta circunstancia. El titular que acompañaba a esa portada (que se podría traducir como DeMarco Desabrochada), y el tipo de ilustración de Mark Harrison que se utilizaba para promocionar esta nueva parte de la saga, suscitaría bastante controversia en los correos que aparecerían en los números siguientes, y no precisamente por su resultado artístico, que quizás es de lo que más se hubiera debido discutir; de hecho, en realidad lo que sucedió fue más bien todo lo contrario, puesto que esa portada acabaría siendo reeditada a doble página como uno de los pin-ups más solicitados que acompañarían al 2000AD Special 1996. En cualquier caso, tomándose la polémica con humor, la famosa portada del Prog. 987 tendría una nueva y provocadora versión al año siguiente, donde esta vez iba a ser un Juez Dredd de pelo en pecho quien protagonizase en el Prog. 1072 su propia portada de Dredd Desabrochado, añadiendo un irónico giro a la controversia.
Desde el punto de vista argumental, ésta era la parte de la saga que John Wagner utilizaba para desarrollar al personaje de la Juez DeMarco. Recurriendo a modo de flashback a los recuerdos sobre su propia infancia, la historia mostraba en este punto cómo DeMarco había ingresado por decisión de su padre en la Academia de la Ley tras haber fallecido su madre, dejando entrever una necesidad de cariño no correspondido que había acabado forjando su personalidad. La caracterización que Wagner llevaba a cabo del personaje se preocupaba también de hacer ver que la fortuna de su familia no significaba nada para ella, sintiendo por el contrario una verdadera vocación por ser Juez de Mega-City Uno. Con este bagaje argumental a cuestas, DeMarco se dirigía a una nueva cita con el Juez Warren sin saber que estaba siendo seguida a su vez por la Juez Castillo, quien acababa descubriendo la relación no judicial que ambos estaban manteniendo. Todo se complicaba cuando en uno de los apartamentos contiguos al que ocupaban DeMarco y Warren se desarrollaba un crimen que obligaba a intervenir a Castillo, encontrándose ésta de repente en una situación de inferioridad que la obligaba a solicitar ayuda inmediata. Recibiendo por radio esa petición de ayuda, DeMarco no dudaba un segundo en responder a la llamada de su compañera, mientras que Warren prefería desaparecer del lugar para evitar verse envuelto en el asunto y tener que dar explicaciones sobre lo que ambos estaban haciendo allí.
A pesar de la rastrera huida
de Warren, DeMarco conseguía llegar a tiempo de salvar la vida de Castillo. Dándose
cuenta de lo que significaba la presencia de su compañera en ese lugar, el
único favor que DeMarco le pedía era que le dejase hablar primero con Dredd y
ser ella misma quien le contase todo. Como no podía ser de otra forma, Dredd se
mostraba profundamente decepcionado con DeMarco ante aquel quebrantamiento de
una de las normas más básicas del Departamento de Justicia, y ésta lamentaba a
su vez la decepción que su comportamiento le había supuesto a Dredd, pero no
por ello dejaba de defender su dedicación en todo
momento a la ley, mostrándose firme a la hora de entender que esa relación nunca la
había incapacitado para hacer bien su trabajo, y expresándose abiertamente
sobre que la norma del celibato entre los Jueces era una regla absurda que
debería ser revisada, argumento este último con el que Wagner se aseguraba
todavía más el acercamiento del personaje a los lectores.
La aproximación psicológica
que John Wagner hacía del personaje resultaba en todo caso interesante. Para
DeMarco hubiera sido más ventajoso a todos los niveles no mantener ningún tipo
de relación sentimental, pero de manera consciente elegía ir contracorriente y
mantenerlas porque entendía que esa regla carecía de sentido entre seres
humanos. En cualquier caso, argumentalmente, Dredd apreciaba lo que había hecho
DeMarco, arriesgando su carrera para salvar la vida de Castillo, pero no podía
pasar por alto aquella infracción del reglamento y decidía suspenderla hasta
nuevo aviso, entregando el mando de la unidad a Buell. A pesar de todo, decidía
no quitarle la Placa y expulsarla del cuerpo, cosa que sin embargo sí que hacía
con Warren por haber desatendido la llamada de auxilio de Castillo, algo que
Warren no se tomaba nada bien, acusando a Dredd de favorecer a DeMarco por
estar colado por ella y pretender quitársele a él de en medio, de manera que
además de dejar su placa en el despacho de Dredd, Warren también se dejaba allí
parte de su cara pegada a la pared y acababa siendo arrestado por intentar
agredir a un superior.
A continuación tenían lugar dos historias cortas en las que Lee Sullivan se hacía cargo de nuevo del dibujo a lápiz y tinta mientras que Allan Craddock hacía lo propio con el trabajo a color, con lo que desde el punto de vista visual las páginas del joven artista británico iban a salir ganando bastante en comparación con las que se habían visto anteriormente. Apareciendo en el Prog. 990, el primero de esos dos capítulos de seis páginas era Extremaunción (Last Rites) que funcionaba como una secuela de Auténtico Grot. A efectos argumentales, la operación de limpieza que Dredd había iniciado al principio de la saga, comenzaba ahora a dar sus frutos con los arrestos que se estaban llevando a cabo por todo el Sector de los Jueces corruptos que aún permanecían en libertad. Por otra parte, el título de esta cuarta entrega de la saga hacía referencia a la particular forma de administrar justicia que acostumbraba a llevar a cabo el Juez Priest, quien tras haber confesado los más de veinte asesinatos que llevaba a cuestas, se ocupaba una vez más de hacer el juego a su curioso apellido con el ciudadano Myran Boydson, responsable de la muerte de su compañero, al coincidir los dos en el mismo vehículo de transporte que les trasladaba a ambos fuera de las instalaciones de la Central de Sector.
El segundo de estos episodios
era el que aparecía en el Prog. 991:
Declaración de Guerra (Declaration of War), que funcionaba a
su vez como un prólogo a toda la parte final con la que iba a concluir la
macrosaga. Con más de una veintena de arrestos y varios jueces fallecidos,
Dredd daba por terminada la operación de limpieza de la Central de Sector,
ascendiendo a Buell y a su compañera García al mando de la división local del
SJS, mientras que Guthrie y DeMarco acababan siendo oficialmente perdonados y
volvían a formar parte de la unidad. Entendiendo que se trataba de un caso
justificado de defensa propia, Guthrie resultaba absuelto de todos los cargos
que pesaban sobre él con motivo de los asesinatos que había tenido que llevar a
cabo para salvar el pellejo, mientras que DeMarco se salvaba de la expulsión
por haber demostrado en reiteradas ocasiones su valía como Juez y por el apoyo
incondicional que la mostraban todos sus compañeros, resultando severamente
amonestada y siendo advertida por Dredd de que cualquier reincidencia en su
conducta antijudicial significaría su expulsión automática del cuerpo.
Con la Central de Sector limpia de corrupción, Dredd decidía que era el momento de extirpar el cáncer que la había originado y evitar que volviera a apoderarse de ella, de manera que decidía declarar una guerra abierta contra los Frendz y apuntaba directamente como objetivo de la unidad al Jefe de la organización en el Sector 301: Fonzo Bongo, un músico bastante esquizofrénico y propietario de varios clubes que iba siempre acompañado de unos bongos y al que hasta entonces nunca había sido posible acusar de nada. Al haber desaparecido con la muerte de Roth cualquier prueba que le situase detrás de los casos de corrupción, Dredd ordenaba llevar a cabo una campaña de acoso y derribo contra todos los locales y negocios controlados por Bongo, tanto los legales como los aparentemente legales, intentando forzar la situación para que a Bongo se le fuese la mano y cometiese cualquier error que les permitiera detenerlo y enviarlo unas cuantas décadas a los Cubos.
Con estos antecedentes
comenzaba La Guerra de Bongo (Bongo War), la parte final de 8 episodios y 56 páginas con que la macrosaga venía finalmente a concluir en los Progs. 992 a 999, hallándose su
apartado gráfico a cargo de Lee Sullivan (1, 8), Alex Ronald (2-4) y Carlos
Ezquerra (5-7). A efectos argumentales, esta última parte de la saga comenzaba
con los Jueces desatando una oleada de inspecciones y registros sobre todos los
locales del Sector controlados por Bongo. La campaña emprendida por Dredd
empezaba a sacar de sus casillas al cabecilla local de los Frendz, si bien esa
cólera inicial se quedaba en nada cuando todo un escuadrón de Jueces se
presentaba en su propio club y lo registraba a fondo, dejándole en pelotas
delante de sus acompañantes para comprobar que no llevaba ninguna sustancia ilegal encima y
cerrándole a continuación el local al encontrarse rastros de salmonella y
listeria en las cocinas, todo ello acompañado del tratamiento habitual empleado
por los Jueces de Mega-City a la hora de emprender cualquier acción de
registro. Como consecuencia de la humillación sufrida, Bongo ahora sí que
enloquecía de verdad y decidía declarar su propia guerra a Dredd y a los Jueces
del Sector.
Exceptuando el caso de
Guthrie, cuya rehabilitación como Juez se había producido en el capítulo
anterior, todas las tramas que John Wagner había estado tejiendo desde el
inicio de la saga confluían en esta parte final cuyo eje central estaba
constituido por la situación de guerra total que Fonzo Bongo desencadenaba al
convocar a todas las bandas que tenía bajo su control para que de manera
simultánea desatasen una ola de disturbios y saqueos masivos por todo el
Sector. Ante la multitud de focos que comenzaban a estallar de manera aleatoria
en varios lugares a la vez, todos los Jueces tenían que desplegarse para atajar
la situación con la que de repente se encontraban entre manos. El propio Dredd
decretaba el toque de queda para todos los ciudadanos que residían en el Pozo y decidía salir también con su
equipo para sofocar las múltiples revueltas que estaban teniendo lugar por todo
el Sector, dejando al Juez Uris al mando de la Central.
Era en este caos que se
desataba dónde comenzaban a producirse las diferentes situaciones que conducirían
la trama hasta su conclusión. Así, el arrestado Warren aprovechaba para fugarse
el ataque que llevaba a cabo una de las bandas contra el vehículo que lo
trasladaba, decidiendo abandonar a su suerte a los Jueces que lo custodiaban,
quienes acababan siendo hechos pedazos por los asaltantes. Al recibirse la
noticia de la fuga de Warren, la propia DeMarco solicitaba permiso a Dredd para
separarse del grupo y emprender su búsqueda en solitario. Al mismo tiempo, los
Jueces Patel y Nuberg se encontraban de repente acorralados por centenares de
asaltantes, viéndose obligados a emprender una retirada estratégica hacia la
zona de refugio más próxima: la Subestación de Tráfico de El Álamo, hacia la
que en ese momento también se dirigían Dredd, Guthrie, Lee y Giant para dejar
bajo custodia a varios detenidos. A modo de anécdota,
señalar que al mando de la subestación de tráfico se encontraba el Juez Greel,
el antiguo segundo al mando de McGruder, quien había acabado dirigiendo el
tráfico en el Pozo tras haber sido
destituido de su cargo por la propia McGruder al final de Wilderlands (Prog. 915).
Como la propia denominación de la subestación venía a indicar, Ezquerra regresaba a esta parte final de la saga para hacerse cargo de realizar gráficamente lo que no era sino una versión futurista ideada por John Wagner de la famosa batalla de El Álamo, una versión que se aproximaba bastante a la presentada en su día a través de la icónica película del mismo título dirigida e interpretada por John Wayne, de la que incluso se llegaba a homenajear alguna escena. En este caso, los centenares de atacantes armados que perseguían a Nuberg y Patel les obligaban a atrincherarse en la subestación de tráfico a fin de evitar ser hechos pedazos por el número y la potencia de fuego de la que disponían los asaltantes, coincidiendo en ella con Dredd y su equipo. La situación se complicaba todavía más para los asediados cuando Bongo se enteraba de que Dredd se había quedado aislado en la subestación de tráfico junto con sus hombres, un cadete novato y los pocos jueces de tráfico que trabajaban en ella, decidiendo enviar a todos sus hombres de golpe contra la subestación, que se convertía así en un auténtico campo de batalla.
Evidentemente, no todos los
protagonistas de la saga iban a salir con vida de aquel homenaje a la Batalla
del Álamo con el que la historia concluía a través de un episodio especial de
doce páginas que esta vez corría a cargo del dibujante Lee Sullivan. En todo
caso, a modo de final, y de manera similar a lo ocurrido en su día con el
famoso gánster Al Capone, los Jueces no conseguían obtener pruebas contra Fonzo
Bongo de los múltiples levantamientos armados que habían tenido lugar en el
Sector, pero lograban enviarle veinticinco años a los Cubos acusado de infractor en serie gracias a las más de trescientas multas de aparcamiento
impagadas que habían aparecido traspapeladas en la subestación de tráfico
asediada, descabezando así la presencia de los Frendz en el Sector y enviando
un serio aviso a la organización de que los Jueces de Mega-City no estaban
dispuestos a tolerar que instigasen la corrupción entre sus filas, fueran
cuales fuesen las consecuencias.
De todos los comentarios y
críticas que con el paso del tiempo se han venido a realizar sobre esta
macrosaga, con aquellos con los que particularmente estoy más de acuerdo son
con los que consideran que El Pozo
vino a reinventar con éxito el mundo de Dredd y el papel que éste interpretaba
en él. Sin perjuicio de otro tipo de historias, con otro tipo de objetivos,
como América o Necrópolis, fue a partir de El
Pozo donde la serie comenzó a adquirir el tono de madurez narrativa que ha
venido a acompañar al personaje durante este nuevo milenio, contribuyendo a explicar la longevidad con que ha conseguido llegar hasta nuestros días. En el
extremo opuesto, seguramente la crítica más negativa que se le pueda hacer a
esta macrosaga es que quizá no fuese demasiado atractiva visualmente. Comenzaba
de una manera excelente en manos de Ezquerra, pero lo cierto es
que el artista español no la llegaba a realizar entera, que hubiera sido sin
duda lo más deseable, sino que vino a dejar en manos de otros artistas buena parte
de su desarrollo, regresando tan sólo de manera puntual hacia la mitad de la
saga y en lo que iba a ser su recta final, por lo que únicamente llegaba a hacerse
cargo del diseño de personajes y de algo menos de la mitad de su extensión. A pesar
de todo, la verdad es que la saga se leía muy bien y goza hoy en día de una
excelente reputación entre la gran mayoría de seguidores del personaje (a mí
personalmente es una de las que más me gustan), siendo recibida como un
auténtico clásico desde el mismo momento en que terminó su publicación en las
páginas del 2000AD y reeditándose como una novela gráfica de casi doscientas
páginas al año siguiente, lo que también dice mucho de cuál fue su
recepción.
En cierto modo es curioso observar como el final de esta saga estuvo de alguna manera bastante relacionado con el comienzo de la siguiente, al menos desde el punto de vista editorial, toda vez que esa doble extensión de doce páginas que acabó teniendo el episodio final de El Pozo vino en realidad motivada por la necesidad de que la historia concluyese en el Prog. 999, al haberse tomado la decisión de que el 2000AD celebrase su histórico Prog. 1000 con el comienzo de una saga totalmente nueva de cada uno de los personajes que aparecían en su interior, circunstancia que iba a traer consigo otra excelente historia para los seguidores del Juez Dredd: Dead Reckoning (Progs. 1000-1006), una saga de siete episodios aparecida a lo largo de los meses de Julio y Agosto de 1996, cuyo título más literal podría ser algo así como Ajustando Cuentas con la Muerte, pero que en realidad lo que hacía era jugar con el término de uso navegacional que se utiliza sobre el Tiempo Estimado para llegar a un destino determinado, toda vez que la historia iba de errores de cálculo y de viajes interdimensionales en el tiempo, a la vez que suponía el regreso del Juez Muerte y del resto de Jueces Oscuros a la serie.
Encargada en un principio para aparecer publicada como un único número especial de 42 páginas a cargo de John Wagner y Greg Staples, fue el equipo editorial formado por David Bishop y Steve MacManus el que acabó decidiendo que en su lugar apareciese por entregas en el 2000AD, siendo precisamente la saga que comenzase en ese histórico Prog. 1000. Como Dredd venía a reflexionar a su conclusión, la historia contaba una curiosa paradoja temporal que venía a explicar cómo habían tenido conocimiento los Jueces Oscuros de la existencia de Mega-City Uno en otra realidad paralela. Ya anteriormente, en Juez Muerte: La verdadera historia (Progs. 901-902), a través de una historia corta montada a modo de entrevista con el fallecido periodista Brian Skuter, el propio John Wagner e Ian Gibson habían mostrado como los Jueces Oscuros habían obtenido de unos desafortunados alienígenas los aparatos de salto interdimensional que los habían llevado hasta Mega-City Uno. Ahora, a través de un nuevo enfrentamiento entre el Juez Dredd y el Juez Muerte que daba comienzo en este número especial de aniversario de la revista, se planteaba la posibilidad de que la llegada del Juez Muerte a Mega-City en el año 2101 no hubiera sido casual, sino de algún modo provocada por los acontecimientos que iban a tener lugar en el año 2118 en el que transcurría esta historia.
La trama comenzaba de una manera bastante inocente para los estándares de Mega-City, cuando el Juez Dredd recibía el aviso del preocupado y colaborador ciudadano Norman Putnik, que iba acompañado por su anciana madre de 199 años, de que había visto a unos Juves (Menores) bastante sospechosos portando un lanzamisiles casero. Al mismo tiempo, mientras Dredd se dirigía a investigar el asunto, el espíritu incorpóreo del Juez Muerte recibía una visita oficial de la doctora Nivea Davenport en el bloque de contención en el que se encontraban encerrados los Jueces Oscuros, una entrevista que tenía por objeto la investigación con fines científicos que Davenport estaba llevando a cabo para el Departamento de Estudios Temporales y Dimensionales sobre las diferentes leyes físicas que regían en su dimensión y le permitían existir.
Dos de esas líneas
argumentales confluían cuando los Juves a los que perseguía Dredd disparaban el
lanzamisiles casero contra el bloque en el que residía una banda rival,
desviándose el misil de su chapucera trayectoria e impactando contra un tanque
químico de transporte que en ese momento sobrevolaba la zona. El tanque químico
se estrellaba a su vez contra la prisión de los Jueces Oscuros en el momento en
que estaba teniendo lugar la entrevista, lo que permitía que el espíritu del
Juez Muerte escapase de su encierro y poseyese al ciudadano Norman Putnik, quien
todavía andaba circulando con su vehículo por las inmediaciones junto con su
anciana madre, enlazándose así con las dos anteriores esta tercera línea
argumental que tenía por objeto a los Putnik y que se había presentado a los
lectores de manera bastante inadvertida.
Con buenas dosis de horror y
de humor negro de por medio, el superdemonio alienígena transformaba y ocupaba
el cuerpo que tenía más a mano, en este caso el de la anciana Señora Putnik, dirigiéndose
a continuación a las instalaciones del Centro de Estudios Temporales y
Dimensionales al que pertenecía Davenport con la idea de utilizar su
dispositivo de salto y volver a Deadworld, su dimensión originaria, a fin de
regresar más tarde a Mega-City con los medios necesarios para liberar a sus
tres compañeros. Llevándose a Davenport de rehén, el Juez Muerte lograba partir
hacia su dimensión antes de que Dredd llegase a tiempo para evitarlo, si bien
por un inesperado error de cálculo en las coordenadas de salto, Davenport y
Muerte no se acababan transportando al Deadworld del presente, sino que
retrocedían años atrás en el tiempo, apareciendo en una época en la que todavía
se estaban llevando a cabo las Purgas que habían acabado con todos los seres
vivos del planeta y en la que por tanto también existían unas versiones
anteriores tanto del propio Juez Muerte como del resto de Jueces Oscuros,
siendo a esa misma época hacia la que Dredd partía también en su persecución.
Sin perjuicio del vertiginoso ritmo y la velocidad a la que se desarrollaba la historia, la gran estrella de Dead Reckoning resultaba ser el artista Greg Staples, que seguramente vino a realizar en esta historia el mejor trabajo que había llevado a cabo hasta entonces en su carrera. Aparte de la visualidad que desprendía su espectacular estilo de dibujo y de ese toque heredado de su maestro Simon Bisley, ver al Juez Muerte como un quinto Juez Oscuro, ataviado con una peluca de anciana en lugar de su casco y con un traje de abuela en vez de su uniforme, era una broma que sólo podía resultar bien en manos de un ilustrador muy bueno, como efectivamente lo era Greg Staples.
A efectos de continuidad gráfica, todos los elementos clásicos del entorno de Deadworld y de los Jueces Oscuros resultaban perfectamente reconocibles en el trabajo que Greg Staples llevaba a cabo. Cuidando todo tipo de detalles, los Jueces de Deadworld eran idénticos a los que Peter Doherty había presentado años antes en Young Death: Boyhood of a Superfiend (Megs. 1.01-1.12) e incluso el aspecto exterior del Salón Oscuro de Deadworld se correspondía con el mostrado quince años atrás por Brian Bolland a la conclusión de Judge Death Lives (Prog. 228) aunque con la importante diferencia de que en este momento temporal todavía existían personas vivas a su alrededor. La historia suponía además el regreso de los otros tres Jueces Oscuros: Miedo, Fuego y Mortis, quienes no habían vuelto a aparecer en la serie desde la conclusión de Necrópolis y sus correspondientes secuelas, si bien en esta ocasión se trataba de sus contrapartidas del pasado, no las del presente, las cuales todavía permanecían encerradas en Mega-City Uno. En todo caso, su interpretación gráfica por parte de Staples, sobre todo en las escenas de acción en que los tres se enfrentaban a Dredd, era uno de los puntos fuertes sobre los que descansaba toda la parte final de la historia.
Quizá el punto más criticable
de Dead Reckoning era que a su
conclusión la situación tanto del Juez Muerte como del resto de sus compañeros
seguía siendo la misma que existía al comienzo de la historia, como si no
hubiese sucedido nada y todo regresase al punto de partida inicial, desenlace
que dejaba una cierta sensación de intrascendencia argumental. Fuera de la
paradoja temporal que explicaba cómo los Jueces Oscuros habían descubierto la
existencia de Mega-City Uno, lo cierto es que la trama de los Jueces Oscuros no
sólo no avanzaba demasiado, sino que parecía haberse quedado estancada. Y lo
cierto es que en realidad era así. El motivo no era otro sino que en cualquier
momento, aunque no se supiese exactamente cuándo, se iba a acabar publicando Morir de Risa, una historia que ya
había sido escrita y entregada desde hacía cuatro años para su publicación, y
en ella, los cuatro Jueces Oscuros partían de una situación inicial de
confinamiento que no podía verse alterada a fin de que su aparición en dicha
historia entrase en continuidad y tuviese sentido. Sea como fuere, ninguno de
ellos volvería a aparecer hasta que a finales de 1998 se publicase por fin ese
esperado crossover entre Batman y el Juez Dredd en el que los Jueces Oscuros se
escapaban de su prisión y volvían a desatar el caos en Mega-City Uno, quedando
así liberada su trayectoria argumental de cara a futuras historias.
Continuando la historia en viñetas de Mega-City Uno, uno de los personajes más importantes de la serie se iba a despedir para siempre de ella en el Prog. 1009: Muerte de una Leyenda (Death of a Legend), una historia corta de seis páginas a cargo de John Wagner y Peter Doherty que se publicaba en pleno mes de Septiembre y que iba a suponer la última historia en que aparecería la Juez Jefe Hilda Margaret McGruder. A modo de antecedente sobre lo que estaba sucediendo, el Judge Dredd Megazine (Meg. 3.09) ya había presentado a finales del año anterior una historia corta de nueve páginas (Matando el Tiempo) en la que Dredd se enteraba de que la antigua Juez Jefe de Mega-City Uno había sido ingresada en una institución mental víctima de la enfermedad de alzheimer, con un deterioro cada vez más irreversible de sus facultades mentales.
Ahora, diez meses después de
aquella historia, la enfermedad había seguido su curso de manera inevitable y
el Subcomité de Jurisprudencia Médica del Departamento de Justicia estaba a
punto de acordar el traslado de McGruder al Euthanasium para acabar con su vida a través de una inyección letal. Considerando que aquella no era la manera de
despedir a una vieja compañera de armas y a una auténtica leyenda como
McGruder, Dredd intervenía instantes antes de que el veredicto fuese oficial y
decidía sacarla por su cuenta del hospital, dirigiéndose con ella a la Tierra
Maldita a fin de que la antigua Juez Jefe pudiera emprender una última misión.
Basada argumentalmente en la relación que habían mantenido Dredd y McGruder a
lo largo de los años, la historia tenía un puntito emocional muy bien
construido y jugaba con el respeto y el aprecio que Dredd sentía hacia ella,
tocando además por primera vez en el cómic europeo de aventuras el difícil tema
de la enfermedad de alzheimer, aun cuando lo hiciera sin más pretensión que la
de dar visibilidad a la enfermedad y procurar una despedida épica y emotiva a
uno de los personajes más importantes que había tenido la serie durante los
últimos quince años.
A pesar del excelente momento que estaba atravesando el 2000AD, lo cierto es que las cosas no le iban tan bien al Judge Dredd Megazine, al que le había sentado bastante mal la renumeración que había tenido lugar con motivo del estreno de la película del Juez Dredd. Coincidiendo también con un cierto alejamiento de la vieja guardia formada por John Wagner y Alan Grant, sus ventas se habían ralentizado hasta el punto de no poder mantener la periodicidad quincenal que venía siendo habitual desde el comienzo de la revista, comenzando a aparecer de manera mensual a partir del Meg. 3.14. Evidentemente, tal y como estaban las cosas, se hacía necesario dar un impulso editorial al megazine, decidiéndose realizar ese impulso a través de lo que iba a ser una primera secuela de América (Megs. 1.01-1.07), la historia que más reconocimientos había obtenido hasta entonces en la trayectoria de la revista. Esa secuela iba a recibir el título de El Desvanecimiento de la Luz (Fading of the Light) e iba a estar a cargo de John Wagner y Colin MacNeil, los mismos autores que seis años antes se habían encargado de llevar a cabo la saga original, y será a ella a la que trataremos de referirnos con un poco más de profundidad en la próxima entrada.
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