A mediados de 1996, mientras el Judge Dredd Megazine trataba de sobrevivir a la grave crisis procedente de los Estados Unidos que de manera indirecta se había acabado desatando sobre el mercado y los propios lectores británicos, el 2000AD sobrellevaba sin embargo un poco mejor la complicada situación creada, seguramente por el mayor arraigo que la revista tenía entre sus lectores, generalmente bastante comprometidos con la misma y con sus personajes de mayor éxito, así como por la afortunada circunstancia de no haberse visto editorialmente arrastrado a la especulativa política de los nuevos “números uno” en la que sí que había caído el Megazine.
A pesar de todo, esto no quiere decir que el 2000AD no estuviera viviendo también una situación un tanto delicada, sobre todo si nos atenemos al constante descenso de ventas que la revista había venido experimentando durante los últimos años. En este sentido, según el editor Alan McKenzie, a principios de la década de los noventa, antes del fallecimiento de Robert Maxwell y del cambio de distribuidora efectuado por los nuevos propietarios daneses del grupo Egmont, el 2000AD estaba vendiendo alrededor de unos 85.000 ejemplares por semana, lejos de los 100.000 que había llegado a vender en la década anterior, pero bastante superiores a los 65.000 que quedaron tras ese cambio de distribuidora y a los 55.000 que se estaban vendiendo en el momento de la marcha de McKenzie y la posterior llegada de David Bishop a finales de 1995.
Aprovechando el tirón entre
los lectores que suponía tener a John Wagner como escritor y máximo responsable
del personaje, una de las ideas que Bishop trajo consigo a su llegada como
nuevo editor del 2000AD fue precisamente el regreso a las grandes macrosagas de
Dredd, siendo fuertemente apoyado en esta iniciativa por el director editorial
Steve McManus. De esta manera, siguiendo la estela marcada en primer lugar por El Pozo (The Pit), el 2000AD volvería
a presentar unos pocos meses más tarde otro nuevo Mega-Epic de Dredd a cargo
también del propio Wagner: La Partida de
Caza (The Hunting Party), una
historia de más de 130 páginas que aparecería publicada de Marzo a Julio de
1997 en los Progs. 1033 a 1049 del
2000AD y que partía a su vez de una historia de tres episodios que se había
presentado previamente en los Progs.
1014 a 1016 bajo el título de La
Manada (The Pack) que era la que
le servía de prólogo.
Respondiendo a las múltiples llamadas de emergencia que se sucedían en la zona, Dredd era uno de los primeros en llegar al lugar donde los enormes carnívoros estaban devorando a dentellada viva a todos aquellos ciudadanos con los que se topaban en las calles del Sector Oeste, en lo que en cuestión de segundos se había convertido en una matanza generalizada. A pesar de la rapidez con la que se habían desarrollado los acontecimientos, los Jueces se desplegaban rápidamente por la zona y abrían fuego contra los voraces monstruos alienígenas, consiguiendo abatir a varios de ellos. Con su apetito saciado y viendo que su número empezaba a disminuir de manera alarmante, los depredadores voladores acababan marchándose por donde habían venido, hundiéndose en las arenas del desierto para quedar fuera del alcance de las baterías defensivas del Muro mientras desaparecían. Los detectores de calor desplegados para localizarlos y salir en su persecución únicamente lograban seguir su trayectoria hasta un determinado punto de la Tierra Maldita en el que el rastro se desvanecía completamente.
La historia se iniciaba unos meses después de los hechos que habían tenido lugar en La Manada. El Juez Jefe Volt informaba a Dredd de que la recompensa ofrecida por la localización de los Tiburones de las Dunas había dado resultados. Según la información que les había hecho llegar un tal Reevas Mombrey, un trampero de los asentamientos mutantes situados al norte de la Tierra Maldita, los ataques de los voraces depredadores alienígenas estaban siendo cada vez más frecuentes en aquel territorio. A fin de verificar la información recibida, Volt había decidido emprender una expedición a la zona llevando a cabo un Hotdog Run, entendiendo que la caza y localización de los carnívoros voladores sería una buena prueba de examen para los cadetes. Dredd lideraría la expedición, e iría acompañado por otro Juez Senior de su elección, solicitando Dredd que fuese la Juez DeMarco, una de las protagonistas de El Pozo (The Pit), quien le acompañase al frente del grupo.
A efectos de caracterización,
Washington, con una sólida formación en la Academia, resultaba ser uno de los
cadetes más prometedores de su promoción. Por su parte, Stark era un cadete
procedente de los programas de intercambio con Brit-Cit que había manifestado
su deseo de permanecer en Mega-City una vez concluida su formación. A diferencia
de ambos, Bodine era la cadete de la que en un principio se podían esperar más
problemas debido a la falta de carácter que evidenciaba en todas sus
decisiones, temiendo sus instructores que no fuese capaz de reaccionar
adecuadamente en situaciones de fuego real.
El artista inglés Trevor
Hairsine era quien se hacía cargo de las 18 páginas que abarcaba este inicio de
la saga, que comenzaba con el desfile de bienvenida y el cúmulo de atenciones
con el que Dredd y los suyos eran recibidos por los aparentemente agradables
ciudadanos de Americana. El festivo recibimiento acababa revelándose sin
embargo como una distracción encaminada a evitar que percibieran la trampa en
la que se estaban metiendo, puesto que bajo aquella inofensiva fachada que se
dejaba ver a los visitantes, la realidad oculta de la ciudad era que los
ciudadanos de Americana se habían acabado convirtiendo en caníbales cuyo
principal alimento eran los viajeros que capturaban después de drogarles y
desarmarles.
Aunque la mayoría del grupo
caía en la trampa que les habían tendido, Stark y Renga lograban escapar antes
de ser encerrados junto a sus compañeros, consiguiendo llegar hasta sus
Lawmasters y liberando con ellas al resto de la partida, lo que hacían justo en
el preciso momento en que Bodine estaba a punto de empezar a ser devorada por
los caníbales. Tras prender fuego a la ciudad y dispersar a sus traicioneros
habitantes de forma rápida y sin contemplaciones, el episodio finalizaba con el
grupo reanudando su camino hacia el territorio en que habían sido avistados los
Tiburones de las Dunas.
El tercer capítulo de la saga era Niebla en el Eerie (Fog on the Eerie), una historia de 24 páginas que aparecía publicada en los Progs. 1037 a 1040 y que traía de nuevo a la serie el tema de los viajes en el tiempo como eje central sobre el que giraba la trama. En este sentido, Niebla en el Eerie era posiblemente el mejor capítulo de toda la saga, narrándose por primera vez cómo habían sido los momentos previos a que el último presidente norteamericano, el delirante y populista Robert L. Booth, desatase la guerra atómica del año 2070 que había acabado devastando todo el planeta. Su mayor problema seguramente radicaba en su apartado gráfico, a cargo de un entonces jovencísimo Calum Alexander Watt, que posiblemente era lo más flojo del episodio. Conocido hoy en día por sus exitosos trabajos como artista conceptual para la industria cinematográfica de Hollywood, lo cierto es que Watt daba en estos años sus primeros pasos en el mundillo profesional, siendo ésta una de sus primeras apariciones en el 2000AD, lo que en algunas páginas no dejaba de ponerse de manifiesto.
Argumentalmente, la historia
comenzaba cuando el grupo llegaba a orillas del Lago Erie, en el territorio
antes conocido como el antiguo estado de Pensilvania. Rebautizado ahora como
Eerie debido a las inquietantes historias que se contaban sobre él y a la
extraña neblina que lo cubría de manera permanente, era precisamente allí donde
la historia decía que cincuenta años atrás había impactado el primer misil
nuclear que había alcanzado territorio norteamericano. A fin de ahorrar tiempo
y evitar tener que rodear el lago, Dredd decidía tocar la campana que había
situada en el embarcadero, apareciendo al rato la barcaza que supuestamente
trasladaba a los viajeros a la otra orilla.
Como suele ocurrir
habitualmente en la Tierra Maldita, los tres mutantes que actuaban como
barqueros se iban a acabar revelando como una banda de asesinos cuya verdadera
ocupación consistía en arrojar a los viajeros al fondo del lago y quedarse con
todas sus pertenencias. De este modo, apenas habían llegado a mitad del lago cuando
Dredd y los demás miembros de la partida se percataban de que la embarcación se
dirigía hacia un extraño remolino que había aparecido en la superficie, siendo
entonces cuando los mutantes abrían un doble fondo que existía en la
embarcación por el que todos se precipitaban al agua y se veían arrastrados
hacia el torbellino. El único que lograba escapar era el cadete Washington, que
conseguía volver a subir a la embarcación y eliminar a uno de los mutantes,
obligando a punta de pistola a los otros dos a que dieran media vuelta y
regresasen a por los demás. El problema era que ahora no se les veía por
ninguna parte.
Con el consiguiente cambio de escenario, a partir de aquí la historia daba un importante giro argumental. Tras verse arrastrados al fondo del remolino, el grupo formado por Dredd, DeMarco, Renga, Stark y Bodine lograban volver a ascender a la superficie, siendo entonces cuando se daban cuenta de que algo no iba bien, puesto que la persistente neblina que cubría el lago había desaparecido y se encontraban en presencia de un día y de un sol radiante, sin indicio de contaminantes ni de radioactividad por ninguna parte. Tras ser rescatados por una patrullera que les había divisado en el agua y ser luego trasladados a la costa, el grupo comprobaba con asombro que habían retrocedido cincuenta años en el pasado y que se encontraban en el día 12 de Junio de 2070, es decir, el mismo día en que el presidente Booth había iniciado el ataque nuclear contra los soviéticos al que éstos habían respondido lanzando sus propios misiles nucleares contra los norteamericanos. En resumidas cuentas, estaban a punto de verse envueltos en un ataque nuclear inminente que les iba a vaporizar de la existencia junto con toda la población de Erie y las tres cuartas partes de los Estados Unidos. La presencia de Booth era en ese momento una constante en todas las televisiones del país, anunciando que estaba dispuesto a apretar el famoso botón rojo para poner a los soviéticos en su sitio y que los estadounidenses no tenían nada que temer de su respuesta gracias a la supuesta protección que les brindaba su escudo antimisiles. O al menos eso era lo que estaba vendiendo por televisión al montón de gilipollas que tenía como votantes y que le habían situado en un puesto para el que no estaba ni mucho menos capacitado.
A la vista de lo que estaba
sucediendo, Dredd y los suyos deducían que el extraño remolino que les había
llevado hasta allí debía ser la Zona Cero en la que había impactado el primer
misil nuclear lanzado por los soviéticos. La explosión atómica resultante había
creado una deformación temporal en la superficie del lago que actuaba como un
túnel del tiempo entre el presente y el día en que se había producido el
impacto nuclear, creando un pliegue temporal que los había hecho retroceder en el
tiempo. Sea como fuere, apenas tenían media hora para salir de Erie y regresar
a su propia época antes de que empezasen a caer los misiles soviéticos de
manera indiscriminada. En caso contrario serían eliminados de la existencia,
tal y como iba a suceder (de hecho, lo cierto es que ya había sucedido) con los
cientos de miles de personas que se encontraban allí y cuyo destino era
inevitable.
Ante la gravedad de la situación, lo único que podían hacer era tratar de regresar por el mismo lugar por el que habían llegado, es decir, volver a introducirse en el remolino y esperar que el mismo fenómeno que les había conducido hasta allí, les llevase también de regreso a la época a la que pertenecían. Así, tras recoger a Stark y a Bodine del hospital al que habían sido trasladados por la patrullera que les había recogido del agua, Dredd, Renga y DeMarco se hacían con una de las embarcaciones que había en el muelle e iniciaban una carrera contrarreloj para llegar al remolino antes de que empezasen a llover los misiles que ya se divisaban en la lejanía, lo que conseguían en el último segundo antes de que se produjera el primer impacto.
Al volver a salir otra vez a
la superficie, los cinco supervivientes del holocausto nuclear eran localizados
por Washington, que aún les estaba buscando por las inmediaciones del
torbellino. Tras subir todos a la embarcación y desembarcar en la otra orilla, los
mutantes que habían intentado asesinarlos eran sumariamente juzgados, siendo condenados
a muerte y ahorcados sin más dilación tras ser considerados culpables de los
múltiples asesinatos cometidos sobre todos los viajeros que habían caído en sus
manos. Tras este incidente, el grupo reanudaba su camino en busca del
informante que debía conducirles hasta el paradero de los Tiburones de las
Dunas.
El cuarto capítulo de la saga llevaba por título La Danza de la Reina Araña (Dance of the Spider Queen), una historia de cuatro episodios que aparecía publicada en los Progs. 1041 a 1044 y que al igual que la anterior abarcaba también otras 24 páginas. El dibujante volvía a ser Henry Flint, que además de haber llevado a cabo el prólogo que había aparecido en los Progs. 1014-1016 también iba a repetir más adelante en lo que sería la última y definitiva entrega de la macrosaga, con lo que de alguna manera se iba a acabar convirtiendo en el artista principal de La Partida de Caza, puesto que prácticamente se encargaba de llevar a cabo la mitad de las páginas que comprendía la totalidad de la saga.
La historia comenzaba cuando el grupo se internaba en los bosques situados en lo que en otro tiempo había sido el estado de Michigan y se encontraba con una zona plagada de enormes arañas cuyo exagerado tamaño parecía ser consecuencia de las altas dosis de radiación que había experimentado aquel territorio tras la catástrofe nuclear ocurrida cincuenta años atrás. A pesar de su tamaño, las arañas se habían convertido en el principal recurso de los humanos que habitaban en aquellos bosques, los Hombres Araña, un pueblo relativamente pacífico que se servía de las arañas a modo de ganado y de las que obtenía ropa, comida y venenos que utilizaban en sus armas. De esta manera, cuando Stark y Bodine se derrumbaban a causa de la fiebre producida por el agua que habían tragado en el Eerie, los Hombres Araña aparecían ante los expedicionarios y se ofrecían a llevarles hasta su poblado a fin de proporcionar a los dos cadetes el remedio que ellos mismos utilizaban contra lo que denominaban Fiebre del Eerie y que amenazaba con matarles si no se les trataba a tiempo.
A la vista de la situación en que se encontraban los dos cadetes, Dredd decidía acogerse a la hospitalidad de los Hombres Araña para que ambos pudieran ser tratados del envenenamiento que sufrían a causa del agua contaminada que habían ingerido, circunstancia que Washington y Renga aprovechaban para relajarse en una laguna próxima al poblado, siendo allí donde Renga conocía a una joven llamada Rebecca de la que se quedaba totalmente pillado. Como mandan los cánones, el problema radicaba en que Rebecca no era una joven más de la tribu, sino la elegida para protagonizar una importante ceremonia ritual a la que llamaban la Danza de la Reina Araña y que sus anfitriones llevaban a cabo cada año en agradecimiento por los múltiples dones que recibían de los arácnidos.
A efectos argumentales, destacar que era en esta historia donde se hacía referencia por primera vez en la serie a los rumores que circulaban en el Departamento sobre DeMarco y su relación con Dredd. DeMarco intentaba advertir a Renga del peligro que entrañaba entablar una relación con una joven de un pueblo del que no sabían nada, cuando el frustrado cadete le respondía que ella no era la persona más indicada para llamar la atención de nadie por ese motivo, echándole en cara que si no había perdido la placa era porque Dredd se había encoñado con ella, siendo esa la única razón de su presencia en la partida. Evidentemente, el hostiazo que le calzaba DeMarco como respuesta a sus palabras bastaba para bajar al cadete de las nubes y hacerle poner de nuevo los pies en el suelo. En cualquier caso, lo verdaderamente destacable de esta escena era que en ella ya se empezaba a advertir a los lectores sobre una situación que en el futuro iba a producir bastante movimiento dentro de la serie.
Con estos antecedentes, al llegar el día señalado para la ceremonia, Renga y el resto del grupo descubrían que el papel que la muchacha debía interpretar en el ritual no era el de la Reina Araña a la que se aludía en la famosa danza, sino que ese papel estaba en realidad reservado para una araña descomunal que pasaba por ser la madre de todas las arañas que habían visto hasta entonces, siendo la joven el sacrificio que se la ofrecía a modo de agradecimiento.
La historia concluía unos
días más tarde, cuando los Jueces de Mega-City abandonaban el poblado tras
haberse recuperado Stark y Bodine, reanudando su camino hacia el territorio en
que les aguardaba su contacto. A modo de observación final, Dredd hacía ver a
Renga que al tratar de reflejar sus propias costumbres en las de aquel extraño
pueblo de la Tierra Maldita, lo único que había conseguido es que la joven a la
que había pretendido ayudar se negase ahora a recibir alimento alguno y se considerase
responsable de lo sucedido, dejándose morir de hambre y de sed para expiar la
desgracia que había hecho recaer sobre su pueblo, siendo con esta reflexión
final y con la amargura de Renga como terminaba este cuarto episodio de la saga
espléndidamente dibujado por Henry Flint.
A cargo del estupendo Jason Brashill, aventajado discípulo de Simon Bisley y uno de los portadistas habituales del 2000AD en aquella época, el quinto capítulo de La Partida de Caza llevaba por título Campamento Demento (Camp Demento), una historia corta de dos episodios y 13 páginas de extensión que aparecería publicada en los Progs. 1045 y 1046 durante las dos primeras semanas del mes de Junio de ese año 1997. A modo de curiosidad, Campamento Demento es la única historia de La Partida de Caza que ha llegado a ser publicada en nuestro país, primero dentro de la revista Cimoc y posteriormente en el tercer Cimoc Extra Color que Norma Editorial le vino a dedicar al Juez Dredd a finales de los años noventa (Judge Dredd: Tolerancia Cero). Aislada del resto de La Partida de Caza, lo cierto es que la historia no decía mucho al prescindir del contexto argumental en el que funcionaba, pero también es verdad que ese desastre de publicación tampoco era algo que extrañase demasiado a los lectores que (a pesar de todo) el Juez Dredd ha mantenido siempre en nuestro país, por lo que no se puede decir que semejante chapuza llamase especialmente la atención.
Con este argumento de fondo,
cuando Dredd y los suyos llegaban a las proximidades del campamento, eran
recibidos a tiro limpio por Demento y sus jóvenes reclutas. Al darse cuenta de
que sus atacantes eran críos de diez años y averiguar lo que estaba sucediendo,
Dredd decidía poner fin a la situación y liberar a aquellos chavales del pirado
de su secuestrador. Después de que los Jueces atacasen por sorpresa el
campamento, era finalmente Bodine la que se encargaba de ajusticiar de manera
sumaria a Demento, asqueada por todo lo que había hecho aquel individuo. Lo
peor era que DeMarco resultaba herida en una pierna en el intercambio de
disparos que se había producido durante el asalto.
Con Dredd, Stark y Renga
siguiendo adelante con la misión, el penúltimo capítulo de La Partida de Caza llevaba por título El País de los Tiburones (Shark
Country), dos episodios a cargo del dibujante David Bircham que aparecían
durante las últimas semanas de Junio en los Progs. 1047 y 1048, abarcando otras 12 páginas con las que la
macrosaga entraba directamente en lo que era su recta final. Como Dredd
indicaba a los dos cadetes a medida que se aproximaban a Desolación, el
asentamiento donde se había concertado la reunión con el trampero que había
proporcionado la información a los Jueces, resultaba sumamente extraño que los
tiburones hubieran recorrido una distancia tan grande para llegar hasta
Mega-City, dirigiéndose además tan específicamente a la ciudad y no a cualquier
otro lugar.
A consecuencia de los retrasos sufridos por los Jueces, el trampero, que respondía al nombre de Reevas Mombrey, llegaba a Desolación antes que ellos, decidiendo pasar inadvertido ante la fuerte impresión de que algo o alguien le venía siguiendo. Sus temores demostraban estar justificados cuando tres tiburones de gran tamaño aparecían de repente en el poblado e iban directos a la casa de la familia con la que Mombrey se había alojado, haciéndole pedazos en el momento en que Dredd y los dos cadetes llegaban también al poblado. Los Jueces conseguían abatir a dos de las bestias y poner en fuga a la tercera, pero no llegaban a tiempo de hablar con Mombrey y averiguar lo que sabía. Al examinar los cadáveres de los tiburones abatidos, descubrían sin embargo unos extraños implantes quirúrgicos que parecían evidenciar una inteligencia humana detrás de todo lo que estaba sucediendo, decidiendo seguir el rastro que había dejado Mombrey en su camino hasta Desolación y hacer un recorrido inverso del mismo a fin de localizar el lugar del que había partido.
Todo concluía en El Rastro de los Devoradores de Hombres
(Trail of the Man-Eaters), el
capítulo final de la macrosaga, una historia de 18 páginas que aparecía
dividida en dos partes dentro de los
Progs. 1048 y 1049, siendo necesario explicar que el último episodio, el
que aparecía en el Prog. 1049, tenía
una doble extensión de 12 páginas, mientras que el Prog. 1048 presentaba a su vez dos historias del Juez Dredd, la
primera era con la que concluía El País
de los Tiburones, y la segunda era con la que ahora daba inicio El Rastro de los Devoradores de Hombres.
El responsable resultaba ser un robot científico que respondía al nombre de Dr. Bolt. El droide no había digerido bien la clausura por parte de McGruder de los experimentos que estaba llevando a cabo en aquel lugar. Rebelándose contra el cierre de las instalaciones, había acabado con todos los guardianes gracias al control mental que había conseguido ejercer sobre los reclusos, logrando que nadie se enterara de lo sucedido a causa del secretismo con el que McGruder había aislado la antigua colonia penal. Bolt incluso había llevado sus experimentos más allá, llegando a controlar no sólo el cerebro de los reclusos sino también el de los Tiburones de las Dunas, con los que había comenzado a experimentar al haberse quedado sin humanos con los que seguir avanzando en su trabajo. Los tiburones, por cierto, ya se encontraban allí cuando Bolt había llegado por primera vez a las instalaciones, desconociendo el robot cómo habían llegado a la Tierra, probablemente otro experimento fallido de McGruder, conjeturaba Dredd.
Aunque Renga resultaba herido en la batalla final que se entablaba entre los Jueces y los Tiburones de las Dunas controlados por Bolt, la munición explosiva de las Lawgivers servía para montar una auténtica carnicería entre los escualos voladores, los cuales acababan dispersándose ante el daño que les estaba infligiendo el armamento con el que contaban los Jueces. Con el droide finalmente detenido y puesto bajo custodia, Dredd aprovechaba las comunicaciones con que contaba la instalación para contactar con Mega-City y conseguir un transporte que les devolviese a la ciudad, recogiendo en el camino a DeMarco, Washington, Bodine y los menores que habían quedado a su cargo.
La historia concluía con la evaluación positiva por parte de Dredd de los cuatro cadetes que habían formado parte de la expedición, incluido el conflictivo Renga, al que Dredd decidía dar otra oportunidad siempre y cuando eliminase los tatuajes que todavía conservaba en su rostro desde la operación encubierta en que había participado. De los cuatro, Renga y Stark, los dos que llegaban con Dredd al final de la misión, serían los únicos que volverían a reaparecer en la serie como Jueces en activo, el primero en historias como La Danza del Escorpión u Orígenes, mientras que el segundo sería una pieza destacada en la resolución de El Escenario del Juicio Final, justo un poco antes de que tuviera lugar su fallecimiento en el Prog. 1196.
Recopilado por primera vez en formato de Novela Gráfica por Rebellion en el año 2006, La Partida de Caza no es un Mega-Epic de Dredd que sea especialmente fácil de valorar a la hora de pronunciarse sobre él. La verdad es que ha acabado recibiendo críticas muy dispares entre los aficionados, habiendo críticas tanto positivas como negativas, aunque posiblemente predominen más las negativas. Desde mi punto de vista, creo que fue un intento de John Wagner de recrear la saga original de La Tierra Maldita que probablemente no acabase siendo demasiado bien entendido por un gran número de aficionados. En este sentido, venía a ser una exploración crítica de muchos aspectos de los Estados Unidos realizada desde un punto de vista que podríamos decir foráneo. Así, Perdidos en Americana presentaba muchos tópicos de la cultura norteamericana que en su mayoría suelen resultar un tanto excesivos para los europeos. Por su parte, Niebla en el Eerie miraba hacia lo que podía ocurrir en el mundo con un loco populista y peligroso ocupando la Casa Blanca, mientras que Campamento Demento se centraba en la cultura de la extrema derecha estadounidense y su obsesión por el fetichismo de las armas, el militarismo y la paranoia.
Además de presentar los
capítulos finales de La Partida de Caza,
los Progs. 1045 a 1049 también
trajeron consigo el regreso de la Juez Anderson a las páginas del 2000AD tras una prolongada estancia de
más de cinco años en el Megazine sin
volver a aparecer durante todo ese tiempo en la revista semanal. Como el propio
escritor comentaría años más tarde sobre este tema, Alan Grant había dejado de
trabajar para el 2000AD a principios de 1990 debido a la falta de comunicación
que tenía con Steve MacManus y Richard Burton, responsables en ese momento de la
revista. Sin embargo, a pesar del éxito que estaba obteniendo en esos años con
los guiones que estaba escribiendo para Batman y Lobo, tampoco era su intención
no volver a escribir nunca más para el 2000AD, de manera que una vez que David
Bishop pasó a ser el nuevo editor de la revista, Grant decidió que era un buen
momento para que tanto Anderson como él regresasen de nuevo a casa.
La
primera historia de Anderson en esta nueva andadura de la telépata dentro de la
emblemática revista semanal fue Wonderwall
(La Pared de las Maravillas), un
magnífico y a la vez amargo relato a cargo del propio Alan Grant y del
dibujante Steve Sampson, cuyo argumento, tal y como su propio título indicaba,
jugaba con el clásico de Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas,
presentando una magnífica historia de 30 páginas que tenía como telón de fondo
un tema tan duro y estremecedor como la pederastia y el abuso infantil.
Con estos antecedentes, el
controvertido fenómeno paranormal de las llamadas Apariciones Marianas hacía
acto de presencia en la serie cuando la visión de una figura claramente
identificable como la Virgen María se materializaba esa misma noche en el
dormitorio de Anderson mientras la telépata intentaba conciliar el sueño. Sin
poder determinar si se hallaba ante un fenómeno puramente religioso o ante un
fenómeno psíquico de su subconsciente que adoptaba la forma de un fenómeno
religioso, la misteriosa aparición le advertía de un peligro que la acechaba y
de la urgente necesidad de proteger a unos niños, desapareciendo a continuación
de la habitación como si nunca hubiera estado allí.
Deduciendo que todo aquel
escenario era un mecanismo defensivo creado por la mente de la niña para evitar
que nadie penetrase en aquel refugio construido por su mente, Anderson
comprendía entonces que el “Maliss” que ella pronunciaba no era sino la
pronunciación del “I´m Alice” con el que la pequeña se refugiaba en el mundo
onírico creado bajo la influencia de las drogas que la habían suministrado,
aunque todavía no estaba claro por qué su mente había acudido precisamente al
personaje de Alicia y al cuento del País de las Maravillas para escapar de su situación.
Desembarazándose de aquellas
ilusiones infantiles que le atacaban, Anderson llegaba al lugar que los
personajes del cuento estaban intentando proteger y encontraba por fin a la
pequeña Layla Herzog, pero desgraciadamente ya era demasiado tarde. En una escena
de enorme delicadeza y muy bien dibujada por Steve Sampson, Anderson descubría
que la mente de la pequeña había muerto hacía tiempo, sin que ya se pudiera
hacer nada para hacerla volver a la realidad. Profundizando en sus recuerdos,
la Juez Psíquica averiguaba que la niña había sido llevada a una casa donde la
habían alimentado, vestido y aseado para ser utilizada una y otra vez durante
años hasta que de alguna manera había conseguido escapar, aunque por desgracia
su huida había tenido lugar demasiado tarde. El daño infligido por las drogas
había devastado completamente su razón, convirtiéndola prácticamente en un
vegetal. A pesar del estado en que se encontraba su mente, Anderson conseguía
obtener de ella la identificación del lugar en que había sido retenida,
descubriendo además que Layla no había sido la única niña que se encontraba
encerrada allí, sino que en aquella casa había otros niños en su misma
situación.
La historia llegaba a su
final cuando Anderson y Goon se presentaban en la dirección que habían obtenido
de la mente de la pequeña Layla Herzog y detenían al individuo responsable de
todo, liberando al resto de menores que tenía allí encerrados y descubriendo la
habitación que había ocupado la pequeña durante los años en que había permanecido
retenida en aquella casa. En un último y definitivo giro argumental, era al ver
la decoración de la pared de aquella habitación cuando por fin se hacía
evidente el motivo por el que aquella cría había acudido al cuento
de Lewis Carroll para escapar del aterrador día a día en que aquel hijo de puta
había convertido su vida, revelándose con ello la razón detrás del juego de
palabras que conllevaba el título de la historia, al denominar La Pared de las Maravillas (Wonderwall)
a aquel reflejo del País de las
Maravillas (Wonderland) que existía en la mente de Layla Herzog.
A modo de conclusión, dadas
las especiales facultades con las que están investidos los Jueces de Mega-City,
Anderson decidía sentenciar a muerte a aquel miserable. La sentencia se llevaba
a cabo en el acto y sin más trámites, si bien era Goon, el otro Juez adscrito
al caso, quien ejecutaba la pena de muerte impuesta por Anderson, toda vez que
la telépata se sentía demasiado involucrada en la historia como para que la
ejecución de aquel cerdo no se transformase en una venganza personal por los
abusos que ella misma había sufrido de pequeña a manos de su padre, tal y como
se había visto anteriormente en la segunda parte de Engramas
(Progs. 758-763).
En todo caso, Alan Grant acabó reconociendo que después de ver el resultado de Cruzada empezó a perder interés en Anderson (vamos, que no sabía ni qué hacer con el personaje ni cómo continuar aquella historia), algo que con el paso del tiempo le acabaría dejando muy mal sabor de boca, puesto que la Juez Psi se había llegado a convertir en su personaje favorito de escribir. Como consecuencia de todo ello, después de unas cuantas historias más de la telépata que irían apareciendo de manera esporádica y ocasional, Alan Grant dejaría bastante de lado al personaje durante los años siguientes, si bien eso no quiere decir que Anderson dejase de aparecer durante todo ese tiempo en la revista. Muy al contrario, aparte de esas esporádicas apariciones, John Wagner estaba a punto de asumir el control de todos los guiones del Juez Dredd tanto en el 2000AD como en el Megazine, decidiendo recuperar a Anderson como compañera de fatigas de Dredd en determinadas historias de gran trascendencia para la megaciudad.
Sin ir más lejos, una de ellas iba a ser la definitiva conclusión de la Saga del Juez Niño, puesto que aunque muy poca gente se acordase a esas alturas del dato, Mega-City Uno estaba a punto de entrar En el año 2120, el año en que según las profecías del Juez Feyy, la ciudad hubiera tenido que dejar de existir a causa del devastador ataque psionico que Dredd y Anderson habían logrado evitar en La Ciudad de los Condenados (Progs. 393-406). Sin embargo, como suele suceder en estos casos, puede que a pesar de todo no hubieran conseguido evitar nada y que la amenaza de Owen Krysler no hubiese desaparecido del todo, sino que simplemente estuviese aguardando su oportunidad de regresar. En cualquier caso, como ya os podéis imaginar, será en la próxima entrada donde hablaremos de esta definitiva conclusión de una de las sagas más emblemáticas del Juez Dredd.